domingo, 6 de septiembre de 2009

El viento que trajo la muerte

Ha vuelto a saltar el levante. Como hace dos años, aunque en esa ocasión era más fuerte, mucho más, y además su soplido resultó mortal. A las tres de la tarde me llamaron y me lo dijeron. Como teníamos que ir Cádiz, durante todo el viaje de ida y de vuelta tuvimos la radio encendida. Las noticias no podían ser peores, aunque se hablaba de supervivientes. Uno de ellos había sido llevado con síntomas de hipotermia a un hospital. Ya en Barbate me acerqué al puerto, que estaba lleno de gente y de dolor. Supe enseguida que ese superviviente era José Crespo, “Manteco”. Al día siguiente, muy de mañana, cuando iba a trabajar, me encontré con él y me contó lo que vio. Me ahorro ahora detalles. Resultaba sorprendente hablar con quien hacía menos de 24 horas había estado junto a la muerte. Tenía la mano fría y, pese todo, el semblante sereno. Él es así.

He acudido ayer por la tarde a un acto en recuerdo de las víctimas del barco que naufragó cuando regresaba desde Marruecos a través del Estrecho. Se llamaba Nuevo Pepita Aurora. El balance final han sido 5 muertos, 3 desaparecidos y 8 supervivientes. Las familias y quienes lograron sobrevivir están todavía esperando lo prometido por la Junta de Andalucía, mientras les queda por resolver el contencioso con la empresa propietaria del barco. Son víctimas, como tantas otras, de un trabajo duro, arriesgado y sujeto a los embates del sistema en que vivimos. Tiempo ha, y no hace mucho, empezaban desde niños, sacrificaban sus estudios elementales y se pasaban horas, días y hasta semanas fuera de casa. Conocer a las gentes de la mar es hacerlo con personas que tienen una visión de la vida muy peculiar, con unas formas y unos valores que les han ayudado a aguantar en circunstancias tan difíciles. Cuando se ha hablado del cambio de las calles del pueblo, para quitar de una vez a tanto fascista reconocido en letreros y placas, hubo quienes dijimos (vamos, en Izquierda Unida) que la avenida principal, del Generalísimo, debería llamarse de los Marineros. Mucho antes de que ocurriera lo del Nuevo Pepita Aurora y del lavadito de cara que acaba de hacer con algunas calles el ayuntamiento del PSOE. Uno de los mejores reconocimientos que se podía haber hecho a esta gente tan abnegada era que quedara su nombre reflejado en la avenida principal. Se ha optado por el de la Mar, que parece muy típico y resulta hasta poético. El problema es que con ese nombre quedan subsumidos los marineros, quienes han aportado hasta hace muy poco lo principal de la cultura de este pueblo. Va quedando menos del Barbate marinero, pero durante décadas, si no siglos y milenios, esas gentes han sido su cuerpo y alma.

Hace dos años el levante dio un soplido de muerte, pero parece que sólo el viento y unas pocas personas se acuerdan de lo ocurrido.