domingo, 28 de febrero de 2010

Entre la cultura y la ignorancia

¿Qué es una persona culta? ¿Quien dispone de un título universitario? ¿Quien lo tiene en las carreras "más prestigiosas"? He hablado de esto bastantes veces con las personas de mi entorno familiar, de amistades o incluso con mis alumnos y alumnas. Hace unos años alguien me refería de un familiar suyo, ingeniero de profesión, con el que era difícil comunicarse, no porque fuera introvertido, que lo era, sino porque las conversaciones se limitaban por su parte a emitir monosílabos o frases vacías. Recuerdo que le dije que ésa era una muestra de que tener inteligencia (y en ese caso, tenerla para obtener un título "prestigioso" y, no hay que dudarlo, muy exigente) no tiene por qué ser sinónimo de cultura. Basta con tener la capacidad intelectiva de hacer cálculos matemáticos complejos para poder obtener un título que le va a exigir hacer esos cálculos para que, por ejemplo, las estructuras no se desplomen o resistan en circunstancias difíciles. Después de ver tantas obras de ingeniería y arquitectura, me pregunto si acaso quienes las han diseñado han dado muestras de ser personas cultas. No entro en la negligencia, que existe, sino en tantas aberraciones urbanísticas y de ingeniería que se han hecho.

La palabra cultura, que tiene su correspondiente homónima latina, proviene de cultor, que, traducido como cultivador, se refiere inicialmente a quien se dedica a trabajar la tierra. En castellano mantenemos el sufijo cultura cuando nos referimos al trabajo agrícola (agricultura) y en francés, por ejemplo, mantienen el término culture para referirse también a los cultivos agrícolas. La cultura en sentido amplio no es, por tanto, una capacidad innata, sino un proceso que obliga a estar cuidando lo que se quiere conseguir. Quien trabaja la tierra debe hacerlo así, porque si no perdería su cosecha o no conseguiría lo deseado. En el campo intelectual ocurre lo mismo, de manera que lo que se va adquiriendo, debe cuidarse, cultivarse, para no perderlo o atrofiarlo. Puede ocurrir que con la inteligencia innata y el esfuerzo que se haya hecho, se pueda obtener un grado de destreza que permita desempeñar una función. Los títulos académicos o profesionales son una muestra. Ahora bien, el haberlos obtenido no tiene por qué conllevar disponer de cultura. También se puede dar el caso de quien, en mayor o menor medida, se haya cultivado durante un tiempo y luego se haya abandonado, posiblemente con la idea de que ya lo sabe todo y no debe saber más.

Este asunto, para mí interesante, lo he hablado en ocasiones con alumnos y alumnas en clase. Les he puesto ejemplos como el antes referido del ingeniero "inculto". También el de dos hermanas y un hermano que sólo han cursado los estudios primarios, pero de quienes puedo decir que son personas cultas, porque no han dejado de cultivarse. Su interés por saber más, viajando, leyendo, conversando y, en el caso de mi hermano, incluso dedicándose a indagar en el conocimiento de personas y hechos, son una muestra de que se puede tener una cultura aceptable independientemente del nivel de estudios académicos.

El otro día mantuve una conversación con una compañera que, además de interesante, me resultó curiosa. Hablando de determinados pensadores recientes, no conocía algunos que le mencioné y que yo conocía porque los había tratado en mis clases del máster. De ahí derivó una conversación sobre el estar al día en las materias a las que nos dedicamos profesionalmente. Le comenté que inconscientemente hay una tendencia a ser exigentes con nuestro alumnado acerca de lo que debe saber, refiriéndonos, en el caso de las materias sociales o humanas, a lo ya ocurrido, mientras que a la hora de tratar el presente existe una tendencia a olvidarse de ello y pasarse a la simple opinión, muchas veces falsa, distorsionada, descontextualizada  y tópica (un ejemplo: el otro día tuve que oír que en Japón no se hacen huelgas, sino que se trabajan más horas como medio de protesta). Una opinión, por lo demás, simple y condicionada por la adscripción a una fuente de información única: un periódico, una emisora de radio y un canal de televisión. Es decir, al grupo PRISA (El País, la SER o Cuatro), la Iglesia (la COPE), Vocento (ABC, Antena 3), etc. Desde ahí se tiende a repetir lo que son de hecho las consignas de cada grupo de comunicación y, por tanto, a decir las tonterías que dicen que hay que decir. 

Ayer busqué y encontré en la red electrónica el texto de La República de Platón. Tenía interés por leerlo y máxime cuando estos días se ha estado haciendo referencia en una de las clases, en concreto por parte del profesor de Filosofía del Derecho José Justo Megías. Y, curiosa coincidencia, he encontrado esto: "[existen] tres clases de hombres: los ignorantes, que no saben nada; los que creen saber, que en lugar de ciencia tienen opiniones, porque se dejan llevar por la apariencias; los filósofos, aquellos que se aplican a la contemplación de la esencia de las cosas".

No voy a decir que las conclusiones a las que llegan Platón las defienda, pero sí en su descripción de una de las realidades humanas. Su clasificación de las personas en tres tipos, no según el grado de cultura, sino en la consideración que se tiene de ella. Considero que la cultura es algo a lo que todo el mundo debe aspirar, a lo que no hay que poner ninguna cortapisa y que debe ser fomentada en todo momento. No cultura de minorías, pues, que sirva para crear la casta de gobernantes, como planteaba Platón, sino una cultura socializada, donde quepa todo el mundo, con o sin título. Es la mejor manera de hacer desaparecer a quienes son ignorantes y a quienes se creen que no lo son, pero emiten certificados de "buena cultura" por doquier. Si del primer grupo debemos apiadarnos, del segundo, "líbranos, Señor".