martes, 16 de noviembre de 2010

El flamenco, patrimonio de la humanidad
































Poco sé del flamenco, excepto haberlo escuchado en vivo (Manuel Gerena, Camarón, El Lebrijano, Rancapino...) y más por audios. Uno de los primeros estudiosos de esa cultura fue Antonio Machado y Álvarez, padre del conocido poeta homónimo, que hizo en 1881 una recopilación académica bajo el título de Cantes flamencos. Quiso refutar una idea extendida en algunos círculos de la cultura elitista que consideraban al flamenco como algo menor y de la chusma gitana, como cuando se preguntaban cosas como ésta: "¿Para qué dedicar tanto esfuerzo para solamente hallar una perla entre un montón de desperdicios?". Menos mal que años después músicos como Sarasate o Falla lo introdujeron en sus obras.

El flamenco es una de tantas manifestaciones culturales surgidas en el seno de los pueblos sufrientes, como, por ejemplo, las han sido el jazz o el blues entre la población de origen esclavo de América del Norte. El flamenco es una música mestiza, donde se mezclan tradiciones fuertemente arraigadas entre los estratos más bajos de la sociedad andaluza, donde confluyen especialmente lo gitano y lo andalusí. Isidoro Moreno ha dicho de él que es "un producto cultural, modelado en un proceso histórico singular (...) que expresa la situación de las clases populares andaluzas -incluyendo en éstas a la minoría gitana- y sus anhelos, frustraciones, alienaciones y esperanzas". 

Hoy el flamenco ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, algo que supone un mayor reconocimiento universal de algo que ya tenía renombre y repercusión universales. Y como una muestra de la fascinación que ha tenido en personajes relevantes de la literatura, nada mejor que estos versos del poeta Federico García Lorca:

La guitarra,
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.