sábado, 30 de abril de 2011

El debate nuclear

He visto esta noche en La dos un especial de "El escarabajo verde" bastante interesante sobre la energía nuclear. Constaba de dos partes: un documental, Alerta atómica, y un debate entre cuatro, bajo el título "El futuro de la energía nuclear". 

El documental, dirigido por Thomas Jonhson y salido a la luz en 2009, está basado en los riesgos del uso de esa energía, para lo que se ha utilizado como referencia el experimento de alerta realizado en la central de Flamanville (¿en 2008?), en Normandía y muy próxima a la planta de reprocesamiento de La Hague, generadora de plutonio. Fue sorprendente ver cómo las previsiones que se hicieron fueron superadas por la realidad y los parámetros establecidos en las zonas de evacuación quedaron por debajo de lo que hubiera sido necesario.

En el debate participaron Javier Dies, catedrático de ingeniería nuclear, para quien lo ocurrido en Fukushima ha sido sólo leve en lo nuclear y ha demostrado la fortaleza de lo nuclear (limpieza, seguridad, capitalismo...), y para quien también los riesgos para la salud se pueden controlar con una simple pastilla de potasio de yodo. Marcel Coderch, ingeniero y experto en energía, que puso los puntos sobre las íes en lo ocurrido en Japón y la insostenibilidad de una energía que considera muy peligrosa. José Luis Aparicio, alcalde de Riba-Roja d'Ebre, en las proximidades de la central de Ascó, dolido por el alarmismo que se ha generado y dispuesto a acoger en su municipio todo lo que le echen, basura radiactiva incluida. Y Javier González, de Ecologistas en Acción, que fue el más crudo en presentar posibles riesgos reales en ese accidente, además de abogar por la desaparición de la energía nuclear. Presentado y moderado por Elisabeth Anglarill, fueron desfilando Chernobil, Fukushima, Three Mide Island, Vandellós, el parón nuclear en España, el lobby nuclear, el coste económico, la contaminación radiactiva, el plutonio, las pastillas de potasio de yodo, los residuos...  

Repito, muy interesante. 

sábado, 23 de abril de 2011

La lectura, un verdadero disfrute

Hace unos días recordé a mis alumnos y alumnas de 3º de ESO que tenían que leer al menos uno de los libros que el departamento ha programado para el presente curso. Habíamos estado leyendo en clase los primeros capítulos de Al límite de nuestras vidas. La conquista del polo, obra de Philippe Nessman, como en otra ocasión hicimos con el otro de los libros, En busca del río sagrado. Las fuentes del Nilo, del mismo autor. En general pasamos un rato agradable y pudimos intercambiar opiniones e información acerca de su contenido en un tema que resulta atractivo por el componente de aventura que tiene. Ya al final clase, cuando intentaba que se animaran para que se hicieran con algún ejemplar, bien de la biblioteca del centro o bien comprándolo, una alumna me lanzó la frase “las vacaciones están para disfrutarlas”. Al margen de mi respuesta –algo parecido a que “hay mucha gente disfruta de la lectura”-, mi consuelo fue que se llevaron los cinco ejemplares que había sacado de la biblioteca.  

En segundo de bachillerato, dentro de la asignatura Sociología, uno de los grupos está haciendo un trabajo sobre lo que lee el alumnado de 4º de ESO y 1º de Bachillerato del instituto. Entre otras cosas, pretenden saber si lo que leen es por obligación y si lo que les obligan les resulta aburrido. Aún no lo han acabado, pero por lo que llevan trabajado promete ser interesante.

No comparto la opinión de que hoy se lea menos que antes. Tampoco dispongo de datos y me suena más a lo de que antes sabíamos más y demás monsergas, dentro del mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sea lo que fuere, sigo pensando que la lectura es enriquecedora. Socialmente, muy útil. Para mí, altamente atractiva y fascinante. Un verdadero disfrute.

   

viernes, 22 de abril de 2011

Paro y economía sumergida

No hay grandes discrepancias en los datos de la economía sumergida existente en los países de la Unión Europea y, más en concreto, de España. Pero resulta lógico que, por su propia naturaleza, no se sepan los datos reales, al estar al margen del control público. Siendo estimaciones que tienen un valor más o menos aproximado, reflejan, no obstante, una realidad con importantes repercusiones sociales. 

Siguiendo los datos que publicó la revista Expansión a finales del año pasado, España, con alrededor del 20%, se encuentra entre los cuatro países de Europa Occidental con una mayor presencia de la economía sumergida, en el mismo nivel que Portugal y sólo superado por Italia y Grecia. Los sectores donde se encuentra más presente son los de la construcción, el trabajo autónomo, el comercio, las inmobiliarias y el turismo.

Resulta evidente que esos sectores han estado entre los más directamente relacionados con el modelo de crecimiento que se ha ido configurando en España desde los años noventa. Un modelo muy frágil en lo puramente económico, al depender de la coyuntura de crecimiento general y del fuerte componente especulativo que ha tenido. Pero frágil también en su vertiente social, dada la calidad del empleo que han generado, con una mezcla de desregulación laboral (contratos eventuales, despido barato…), incumplimiento de la normativa laboral (jornadas, vacaciones, derechos sociales…) e incluso de economía sumergida (ausencia de contratos).

La actual crisis está llevando a un buena parte de la mano de obra al paro, cuantificado actualmente en más de cuatro millones. Un porcentaje importante se ha nutrido de los sectores antes aludidos. Así mismo, lo ha hecho de la población más joven que, dejando los estudios en cualquiera de los niveles, accede al mercado de trabajo por primera vez. Pero no sólo, pues, como ha señalado Vincenç Navarro, el paro está golpeando a los sectores más directamente vinculados con el gasto público y en especial la sanidad y la educación. A todo esto debemos añadir que afecta más a las mujeres que a los varones.           

He estado buscando información estos días  acerca de las causas del elevado nivel de paro que hay en nuestro país. En parte se puede explicar por lo que he estado exponiendo en las líneas anteriores. Pero no he encontrado análisis más concretos sobre la realidad del paro y la relación que tiene con la economía sumergida. Me atrevo a añadir que una parte importante del paro no lo es real, sino sólo nominal. Teniendo en cuenta la tradicional fuerte presencia de la economía sumergida, ésta sigue siendo una importante fuente de empleo, que en las condiciones de crisis le resulta más beneficiosa a quienes la utilizan por ser más barata.

No creo que se pueda sostener socialmente el nivel de paro si nos atenemos a los datos oficiales que se dan. Los colchones sobre los que se sustenta el equilibrio social en nuestro país son diversos: de un lado están los beneficios derivados del gasto público, como son la sanidad y la educación gratuitas, los diversos subsidios que llegan a las familias (desempleo, becas, ayudas sociales, pensiones…); y de otro el papel que juega la familia, donde existe una fuerte solidaridad interna. Pero creo que estos colchones no lo explican todo y la presencia de la economía sumergida resulta primordial. Veámoslo.

Incluso en las situaciones de crisis sigue aumentando la brecha entre las rentas de trabajo y las de capital, y en éstas más las del financiero. Las grandes empresas siguen obteniendo importantes beneficios, siendo las más pequeñas las que más sufren. Pero es la mano de obra la que tiene que soportar el paro, la desregulación laboral, la rebaja real de los salarios y los recortes del gasto público social. La economía sumergida reporta importantes beneficios a quienes la controlan porque evitan pagar al fisco, a la vez que se aprovechan de una mano de obra bastante más barata en forma de salarios más bajos, jornadas de trabajo más elevadas, ausencia de derechos sociales y evasión de la cotización a la seguridad social. Quienes se emplean en ellas pueden obtener recursos que de otra forma no tendrían, pero, usando una frase del mundo jornalero andaluz, eso sólo es “pan para hoy y hambre para mañana”. 

martes, 19 de abril de 2011

Beneficios empresariales

Hace unos días salió la noticia de que Moviestar, antes Telefónica, va a presentar un expediente de regulación de empleo o ERE. Una compañía que lleva obteniendo año tras año grandes beneficios, pero que, según dice, no han sido en los últimos meses los esperados. Una compañía que, como hace le resto de las grandes empresas, no tiene escrúpulos en pagar elevados salarios a sus ejecutivos, premiarlos con privilegios en forma de, por ejemplo, incentivos y jubilaciones sustanciosas, y, por supuesto, entregarles  los beneficios correspondientes. Una compañía que, como las demás, no dejan de robarnos con más o menos descaro cuando incumplen las promesas de sus ofertas. Entre quienes sobran, currantes de a pie, habrá quienes tengan que irse al paro o quienes irán a la prejubilación -que pagaremos a escote quienes vivimos de nuestro salario y nos han condenado a aguantar hasta los 67 años. Las grandes empresas, que es decir quienes las gestionan y controlan, nunca pierden, ni siquiera en épocas de crisis. Sólo ganan. Y bien que ganan. Y, además, dictan las recetas que debemos cumplir el resto de la gente. Perverso. Lo malo es que siguen saliendo de rositas. Porque sus recetas, que acaban imponiendo a los gobiernos en forma de planes de ajuste, rescates financieros o cosas por el estilo, no se cuestionan por buena parte de la población. Pura alienación.

lunes, 11 de abril de 2011

Bajamar
























El ciclo de las mareas es una rutina diaria de la naturaleza que suele pasar desapercibida. Pasear por la orilla de la playa fuera del bullicio del bañismo de masas resulta altamente gratificante. Hacerlo con frecuencia, en distintos momentos del día y a lo largo de las cuatro estaciones permite captar matices que no reparamos cuando lo hacemos esporádicamente. La luz, la arena, el agua, la atmósfera y el viento se funden, dando lugar a visiones y sensaciones variadas. Los colores y sus tonalidades bailan en los reflejos del sol sobre las olas y la arena. Hace unas semanas, entre el 18 y el 20 de marzo, pudimos contemplar en la costa atlántica gaditana una marea baja de tal dimensión que, según dicen, ha sido la mayor de los últimos 18 años.  He sido testigo de lo ocurrido. Las fotos que aquí aparecen se corresponden con la playa del Carmen, en la propia localidad de Barbate, y el cabo de Trafalgar, éste sito en el extremo más occidental del término municipal. Fue un espectáculo. 

El primer día, al atardecer, me quedé sorprendido de cómo el agua se retiró de sus límites ordinarios, pudiendo deambular hasta las rocas del puerto de la Albufera, allí donde el Rompeolas de
la Paz, huella de las manos de Luis Valverde, se levanta como un testigo, y en las cercanías de la Barra, donde el río se funde con la inmensidad del mar. El tercero, temprano por la mañana, fue la apoteosis de lo maravilloso, transitando por una llanura rocosa que en ese momento se abrió fugaz frente al imponente cabo, quizás para descansar de las olas que la cubren permanentemente. 


sábado, 9 de abril de 2011

Una reflexión sobre la paz

Una reflexión personal


En la raíz del resentimiento “siempre hay una herida, una violencia sufrida, una afrenta, un trauma”, ha escrito el conocido historiador francés Marc Ferro en El resentimiento en la Historia. Si el título del libro ya me llamó la atención, quizás por extraño, su lectura en el verano pasado, además de resultarme apasionante, me llevó a la reflexión. Llegado a la obligación de tener que hacer una reflexión en torno al trabajo realizado el miércoles pasado, 17 de febrero, sobre una de las entrevistas a personas que han suscrito la Carta de la Paz, no he podido por menos que utilizar una cita del mismo. Las distintas entrevistas que tratamos en grupo y ahora he leído con tranquilidad tienen en común el tema de la paz desde las experiencias concretas de sus protagonistas, variadas en los ámbitos de su realización y desarrolladas en países distintos, y con un leiv motiv: La Carta de la Paz.

En el caso que me ocupa a mí, la entrevista a Eduard Vinyamata Camp, me llamó la atención el que se refiriera al principio a un asunto de gran actualidad en España, el de la memoria histórica, por el que tengo un gran interés y del que humildemente me ocupo en algunas investigaciones. Esta coincidencia, innegablemente, ha hecho que tenga que hacer un gran esfuerzo por calibrar bien lo que escriba. La lectura atenta de la Carta de la Paz, de la entrevista a Vinyamata y de las otras, y, por qué no decirlo, la relectura de algunos libros que mentalmente seleccioné, todo ello, en su conjunto, ha hecho que mi cabeza se haya convertido en un hervidero de ideas, recuerdos e intentos por buscar una hilazón entre el contenido de las entrevistas y mis planteamientos. En el caso de Vinyamata he podido encontrar un hilo conductor coincidente con el contenido de la Carta. Para él la base de la paz se encuentra en “la reconciliación entre enemigos”. Como experto en conflictología y resolución de conflictos, considera que le interesa la Historia como disciplina académica cuando está orientada a que “los antiguos enemigos se reconcilien”. Esto coincide con la idea de lo absurdo de los resentimientos que se plantea en la Carta. En el caso de la ley española sobre la memoria histórica, el que no haya permitido que eso ocurriera, le lleva a valorar que “no ha dado un resultado positivo”, ya que lo que ha suscitado han sido “peleas”. En este sentido considera que hubiera preferido promover un encuentro entre “los dos bandos”. Aquí sigue dentro de la secuencia de la Carta, en la medida que a Vinyamata no le interesa indagar en el pasado si no se hace desde un presente que exime de responsabilidad a cada generación de lo hecho por las anteriores. Finalmente, ya casi al final de la entrevista, Vinyamata expone un caso concreto, que lo presenta como un modelo a seguir, sobre lo ocurrido en Sudáfrica y particularmente entre dos altos cargos de una fundación para la reconciliación, otrora enemigos y hoy colaboradores. Es decir, eliminar los resentimientos para colaborar juntos en pos de un futuro gratificante para la siguiente generación.

En un momento de la entrevista Vinyamata apunta que “el olvido podría ser una nueva injusticia”. La palabra olvido es una de las más utilizadas cuando se busca comprender lo ocurrido en el pasado, más o menos reciente, y sobre todo desde quienes han sufrido una injusticia, en este caso para evitarlo. Como creo que su postura sobre la memoria histórica resulta controvertida, su referencia al olvido en parte puede aclararla, pero no del todo. En mi opinión adolece de algún punto débil, aunque no por lo formalmente bienintencionada de su idea sobre la reconciliación. Me pregunto dónde están actualmente esos bandos (¿en el 12% de población actual que nació antes de 1931?), a no ser que consideremos que se encuentran entre quienes actualmente se sienten identificados con uno de ellos, sea la que sea la razón que se esgrima (lazos familiares, afinidad política…). Pierre Vidal-Naquet, también historiador francés, argumentó hace más de veinte años, para rebatir la postura revisionista sobre el holocausto, que “no se trata de sentimientos, sino de la verdad”. Interpreto la palabra verdad como indagación histórica con el fin de no olvidar. No hace mucho, otra historiadora, Josefina Cuesta, sostiene que la ley de la memoria histórica sólo representa un paso parcial. “Trata de reparar algunos olvidos”, pero no salda una asignatura pendiente: “una memoria con justicia para las víctimas, pero también para los crímenes y sus autores, aunque sea simbólica en muchos casos”.

Reconozco lo difícil que resulta encontrar coincidencias entre las partes a la hora de evitar el resentimiento. Para mí una de las claves la dio María Oianguren Idígoras, quien desde la fundación que dirige, Gernika Gogoratuz, busca proyectar la paz desde lo ocurrido en 1937 en el bombardeo de la villa vasca. Es cierto que la pedagogía de la paz que se fomenta desde su fundación, implica buscar espacios de encuentro y reflexión, pero no supone dejar de indagar sobre lo ocurrido críticamente, intentar conocer la verdad, en definitiva. Pero también el reconocimiento de los errores o de las injusticias, como hizo el presidente de la RFA.

Ya para acabar, me pregunto si acaso no merecen una reparación quienes han sufrido la injusticia. Un término, el de reparación, que no restrinjo a lo material, a lo económico, si cabe, sino a lo moral, que permita vivir sin el peso de que todo seguiría igual si no se llevara a cabo. Quienes han sufrido la injusticia o sienten la sufrida por otras personas estoy seguro que liberarían resentimiento y con ello se evitaría una nueva injusticia.



Breve bibliografía de referencia.

AGUILAR, P. (1996). Memoria y olvido de la Guerra Civil española. Madrid, Alianza Editorial.
ARENDT, H. (2006). Eichmann en Jerusalén. Barcelona, Debolsillo.
BENEDETTI, M. (2004). Memoria y esperanza. Un mensaje a los jóvenes. Barcelona, Destino.
CALLE, M. D. y REDERO, M. (2006). Guerra Civil. Documentos y memoria. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca.
CUESTA, J. (2008). La odisea de la memoria. Historia de la memoria en España. Siglo XX. Madrid, Alianza Editorial.
FERRO, M. (2009). El resentimiento en la Historia. Comprender nuestra época. Madrid, Cátedra.
GUTMAN, R. y RIEFF, D. (2003). Crímenes de guerra. Lo que debemos saber. Barcelona, Mondadori.
HOBSBAWM, E. (2008). Guerra y paz en el siglo XXI. Barcelona, Crítica.
IDÍGORAS, M. O. (2009). Conversando de paz con María Oianguren Idígoras. Gernika Gogoratuz,  02-07-2009, en http://www.cartadelapaz.org/portal_cp/eentrevista_detall.php?id=1327.
PÉREZ GARZÓN, S. (2000). La gestión de la memoria. La Historia de España al servicio del poder. Barcelona, Crítica.
VANEECKHAUTE, H. (2004). Dicen, 99 historias sobre la globalización, el libre mercado capitalista y la guerra. En www.pangea.org/hendrik y www.rebelion.org (publicado y consultado en Rebelión el 08-03-2004).
VIDAL-NAQUET, P. (1994). Los asesinos de la memoria. Madrid, Siglo XXI Editores. 

(marzo de 2010)

martes, 5 de abril de 2011

Vladimir Maiakovski: los ojos de otro poeta en Nueva York



























“Cuando alguien dice 'América' te imaginas a Nueva York, caballos salvajes, al tío Sam, a Coolidge, etcétera, o sea, todo lo que pertenece a Estados Unidos.

Es extraño pero cierto. Es extraño, porque, en realidad, hay tres Américas: la del Norte, la Central y la del Sur.

Los Estados Unidos de América del Norte ni siquiera ocupan toda Norteamérica, y sin embargo -¡fíjense!- se han quedado, apropiado y absorbido los nombres de todas al Américas. Es cierto, porque los Estados Unidos se han apoderado del derecho de llamarse América por la fuerza, con sus dreadnoghts [los buques acorazados usados mayoritariamente en la primera mitad del siglo XX] y sus dólares, infundiendo terror en las repúblicas y colonias vecinas”.

Quien ha escrito estas líneas, lo hizo entre 1925 y 1926. Se trata de Vladimir Maiakovski. Leer América, un pequeño libro recién editado por Gallo Nero, me ha llevado a releer paralelamente, y con ello revivir y recordar, la obra del poeta ruso que ha pasado a la historia de la literatura por ser uno de los principales impulsores del movimiento futurista en su país. La amenidad de su contenido, la correcta sencillez de la narración y la riqueza de registros políticos, históricos y culturales dan lugar a una pequeña gran obra. Puede resultar extraño, porque quien conozca algo su obra poética, echa de menos el vértigo de los versos donde desgrana todas sus aspiraciones y sentimientos.

Maiakovski nos cuenta lo vivido durante el viaje que realizó a Estados Unidos en 1925, previo paso por México, describiendo lo que sus ojos van viendo en el transcurso de sus visitas por diversas ciudades (Nueva York, Chicago, Detroit…). Se fija en personas anónimas, migrantes, sindicalistas, militantes revolucionarios, políticos o empresarios de éxito. También en los edificios, trenes, los periódicos, las costumbres o los paisajes, entre tantas otras cosas. Y, por supuesto, no olvida el consumismo, las hipotecas, la explotación, el racismo, la mafia, la banalidad… Toda una disección minuciosa, muchas veces ácida, de una sociedad de la que no tiene duda que ya es el centro del mundo y del capitalismo. Son los Estados Unidos de los “felices años 20”, pero que podrían parecer los actuales, como si el tiempo apenas hubiera pasado pese a los tres cuartos de siglo que se han sumado al calendario.

Y de todo lo que aparece, además de lo que ha encabezado este escrito, me quedo con lo que para mí es una definición de Nueva York (que le gusta ‘los días laborales de otoño, entre semana’), distinta a la que hiciera el gran Federico, hecha a través de poetas y en clave, cómo no, futurista:

“Hace 30 años V.G. Korolenko, al ver Nueva York, anotó:

‘A través de la bruma se veían edificios enormes de seis y siete plantas en la costa…’.

Hace unos 15 años Máximo Gorki, que visitó Nueva York, informaba:

‘A través de la lluvia oblicua se veían edificios de quince y veinte plantas en las costa’.

Para no apartarme de las reglas del decoro que, por lo visto, imperan en los escritores, debería escribir esto:

‘A través de la bruma oblicua se ven descomunales edificios de cuarenta y cincuenta plantas…’.

Y el poeta del futuro anotará después del viaje:

‘A través de los edificios rectos con un cantidad de plantas indefinida que se elevan en la costa neoyorquina no se veían ni humo sin lluvia oblicuas, y mucho menos brumas de ningún tipo’”. 

sábado, 2 de abril de 2011

Creaciones humanas, según Saramago en Caín

"Cuando trabajes el suelo no volverá a darte su producto. Errante y vagabundo vivirás por la tierra", se puede leer en el libro del Génesis cuando Yahveh recrimina a Caín el haber matado a su hermano Abel. Desde ahí traza José Saramago el relato de su última novela, titulada Caín. Empezó a escribirla en diciembre de 2008 y tardó cuatro meses en acabarla. Lo hizo después de haber sobrevivido a uno de los últimos zarpazos de la muerte.

En un fragmento, en forma de elipsis, escribió Saramago: “Entonces caín le contó a lilith el caso de un hombre llamado Abraham al que el señor le ordenó que le sacrificara a su propio hijo, después el de una gran torre con la que los hombres querían llegar al cielo y que el señor derribó de un soplo, luego el de una ciudad en la que los hombres preferían acostarse con otros hombres y el castigo de fuego y azufre que el señor hizo caer sobre ellos, sin salvar a los niños, que todavía no sabían qué iban a querer en el futuro, a continuación el de una enorme reunión de personas en la falda de una montaña a la que llamaban sinaí y la fabricación de un becerro de oro que adoraron, a causa de lo cual murieron muchos, el de la ciudad de madián, que se atrevió a matar a treinta y seis soldados de un ejército denominado israelita y cuya población fue por ello exterminada hasta el último niño, el de otra ciudad llamada jericó, cuyas murallas se derrumbaron con el sonido de las trompetas hechas de cuernos de carneros y después fue destruido todo lo que había dentro, incluidos, además de los hombres y las mujeres, jóvenes y viejos, los bueyes, las ovejas y los burros”.

Asentado "en el país de Nod, al oriente de Edén", el libro del Génesis no nos dice qué fue de Caín después de conocer a su mujer, de que tuviera como hijo a Henokh y de que construyera una ciudad a la que puso de nombre el de su hijo. Saramago, sin embargo, le hace recorrer en el tiempo los diversos episodios del Antiguo Testamento. Después de que hubiera matado, menos a Noé, a los habitantes humanos del arca, dejó a Dios y a Caín diciéndose que "morirás de muerte natural en la tierra abandonado y las aves de rapiña vendrán y te devoraran la carne, Sí, después de que tú me hayas devorado primero el espíritu", para proseguir "discutiendo y discutiendo" sobre quién era más malvado.

Saramago desmintió que su último libro fuera un ajuste de cuentas con Dios, porque éste sólo es una obra humana. En ningún momento pretendió herir a quienes son creyentes, pues su fe les pertenece, vino a decir, pero lo que está escrito resulta claro. Advertido sobre la necesidad de que el Antiguo Testamento no debe leerse ad pedem litterae, contestó: “Si la lectura es simbólica, cada uno es libre de interpretar, sí, pero no tanto, no de cambiar lo que está por otra cosa” (La Vanguardia, 2-11-2009). No tuvo reparos en calificar el contenido del libro sagrado: es un chorro de absurdos que un hombre solo sería incapaz de inventar. Fueron necesarias generaciones y generaciones para producir ese engendro” (El Cultural, 27-08-2009).