sábado, 18 de agosto de 2012

Esos extraños frutos












































No sé por qué, pero la matanza de mineros negros en Sudáfrica me trajo ayer a la memoria la canción “Strange fruit”, escrita y musicada por Abel Meerepol, e inmortalizada en la voz de Billie Holiday. Ha dicho el presidente de
la República Sudafricana que va a investigar los hechos. 

Lo cierto es que, viendo las imágenes ofrecidas en televisión, no pude más que retrotraerme a los tiempos del apartheid, ahora con la novedad de que quienes disparaban eran en su mayoría negros. La desazón me llevó a la canción de Meerepol y a través del  You tube pude acceder a ella de inmediato. No se trata de lo mismo, porque la letra alude a algo que fue frecuente en los estados sureños de EEUU durante décadas, cuando el racismo dominante llevaba a colgar en los árboles a unos “frutos extraños”, que no eran sino de esa gente de color llegada desde el siglo XVII a América como mercancía esclava para enriquecer a una minoría blanca de origen europeo y ser chivo expiatorio de la otra parte, más pobre, que gozaba sintiéndose superior de quienes tenían la tez más morena.

Dejo como muestra el poema y un enlace de la canción, en este caso con la voz de Nina Simone, que contiene unas imágenes que, no por aterradoras, no deben olvidarse jamás.      

De los árboles del sur cuelga una fruta extraña, 
Sangre en las hojas y sangre en la raíz, 
Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur, 
Extraña fruta que cuelga de los álamos. 

Escena pastoral del galante sur, 
Los ojos saltones y la boca torcida, 
Aroma de las magnolias, dulce y fresco, 
y el repentino olor a carne quemada. 

Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos, 
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, 
Para que el sol la pudra, para que los árboles la suelten, 
Esta es una extraña y amarga cosecha.