martes, 20 de agosto de 2013

Egipto: contradicciones y más que casualidades

Lo que está ocurriendo en Egipto me resulta difícil de entender. Reconozco mi, en parte, desorientación. No obstante, hay cosas que me van pareciendo cada vez más claras. Intentaré explicarme.

La caída de Mubarak, tras enormes movilizaciones populares, no abrió las expectativas que desde la izquierda se esperaba. Las victorias electorales de los grupos islamistas y, en especial, de la Hermandad Musulmana supuso el control de la situación por parte de los Estados Unidos. Opositor moderado frente a los diversos gobiernos desde la independencia de Egipto, ese grupo islamista ha estado siempre en contacto con los grandes imperios (primero, el británico, y después, el estadounidense). Ya sabemos algo -o mucho- de la utilización que han hecho de los grupos político-religiosos islámicos para mantener sus intereses y de las alianzas estratégicas que mantienen con las monarquías feudales del golfo. La Hermandad Musulmana ganó, es verdad, influencia social a base del sistema de asistencia de naturaleza caritativa que creó a lo largo de años, cubriendo así las carencias del estado en materia sanitaria y educativa. No fue muy activo durante la "primavera árabe", pero dispuso de recursos ideológicos y sociales suficientes para hacer valer su superioridad durante las diversas elecciones. Consiguió incluso el apoyo a Morsi por parte de amplios sectores laicos progresistas en la segunda vuelta de las presidenciales, que querían evitar la victoria del candidato del viejo régimen.

Ya en el poder su gobierno ha estado salpicado de enormes y contradictorias decisiones. En materia económica se mantuvo claramente dentro de los dictámenes neoliberales, algo que ha defendido siempre en su programa, como lo hacen otros partidos de los mismos rasgos en Turquía o Túnez. Esto le granjeó un gran malestar en los sectores de la población más concienciados. Las medidas de islamización moderada han contado con la oposición de los sectores laicos, mientras la minoría cristiana las vio con temor. Ha tenido problemas con el ejército, llegando a mantener un pulso que pareció controlado con la presencia del general Sisi como ministro de Defensa. Tuvo éxito en conseguir la condena de Mubarak, pero a cambio del malestar de sus partidarios. Su intento de cambiar la constitución, en fin, fue visto por los distintos sectores de oposición, incluidos los grupos salafistas, como el riesgo de ampliar su influencia político-institucional. 

El movimiento Tamarrod, formado por jóvenes urbanos y laicos, se convirtió en el sector más activo en la lucha contra Mursi y su gobierno. La plaza de Tahrir fue durante los meses de junio y julio el núcleo y símbolo de un malestar grande y creciente, pero a la vez contradictorio. Una situación que ha llevado a amplios sectores de la izquierda egipcia social a apoyar el golpe de estado. Los resultados los estamos viendo. Las movilizaciones de los sectores islamistas, la sangrienta represión del ejército y la persecución de dirigentes de la Hermandad Musulmana.  

¿Cómo podemos  entender lo que está ocurriendo? El gobierno ruso ha apoyado el golpe. Lo mismo que el estadounidense y los diversos europeos, aunque con la boca chica critican las matanzas. Ayer en Público Nazarin Armanian expuso en su artículo "Egipto: Geopolítica de una crisis" unas claves muy interesantes. Una de ellas, la presencia de China, que busca aumentar en el continente africano los acuerdos para obtener recursos naturales. Y el gobierno de Morsi estaba caminando en esa dirección. Otra clave, el papel de Israel. Desde hace años en ese país se busca debilitar a los países de su entorno: Iraq, Líbano, Libia, Siria, Sudán, Irán... Basta con ver lo que está ocurriendo. Irán, de momento, sigue estable. ¿Y Egipto? Aliado estratégico desde 1977, cuando Anwar el Sadat y Najem Beeguin firmaron en Camp David la paz, el gobierno israelí de Netanyahu ha podido ver algún riesgo en el gobierno de Morsi. Hoy el mismo periódico ofrece otro artículo, "La conexión israelí", esta vez de Eugenio García Gascón. Entre otras cosas nos habla de las buenas relaciones del general Sisi con las autoridades israelíes desde que en tiempos de Mubarak dirigiera los servicios de inteligencia del ejército. 

Demasiadas casualidades. Y también, muchas contradicciones.