martes, 25 de febrero de 2014

Convergencias y divergencias preelectorales

Estoy siguiendo los contactos entre Izquierda Unida y Podemos. El lunes se reunieron representantes de ambos grupos y por lo que leído saco dos conclusiones (provisionales, claro): hay coincidencia en el programa -lo que considero más importante- y un gran desacuerdo en el sistema de elección de las candidaturas. IU opta por un método basado en la militancia, completado con acuerdos con otras fuerzas políticas, y Podemos lo hace por lo que llama primarias abiertas. 

Lo que no entiendo todavía es cómo se puede plasmar en la práctica lo de las primarias abiertas. ¿Quiénes votan? ¿Quiénes quieran? ¿Cómo se garantiza que quienes lo hacen no buscan otras intenciones? ¿Acaso eso no puede suponer que lo haga gente que nada tenga que ver con los grupos que participan, pero que puedan tener intereses digamos malintencionados? ¿Como en EEUU, donde las campañas son financiadas con fondos privados y donde participan desde las grandes corporaciones a las personas que aportan sus pequeñas donaciones? 

He militado en IU durante bastantes años y siempre he participado, como el resto de la militancia, en la elección de las personas que encabezaban las listas. No me parece un mal sistema, si a eso se le añaden mejoras, que pueden ser muchas. He sido miembro de una asamblea de base y las decisiones se tomaban en las reuniones del amplio consejo local que semanalmente celebrábamos, donde además podía participar quienes no lo pertenecían formalmente. La orientación del voto del grupo municipal en las sesiones plenarias del Ayuntamiento salía de esas decisiones colectivas. Recientemente el diputado de IU  Alberto Garzón ha expuesto unas aportaciones interesantes acerca del mandato imperativo y los revocatorios de representantes. Plantea también algunos riesgos que conllevan las primarias abiertas, como lo referente a convertir los grupos políticos en plataformas electorales ligadas a la ley de la oferta y la demanda. 

Voy a ser sincero y es que creo que Podemos busca un atajo en su apuesta electoral. Es fácil desde la (casi) nada decir que todo está abierto. Ya escribí en su momento sobre el entorno político de donde emana ("Podemos y los movimientos preelectorales en la izquierda"). Se trata de un segmento de la izquierda que tiene a Izquierda Anticapitalista como grupo mejor organizado, que es muy activo en determinados ámbitos de las redes sociales y que tiene como cabeza visible a un personaje bastante conocido en medios de comunicación convencionales, como es Pablo Iglesias. El papel que están jugando no es nada despreciable y el propio Iglesias puede aportar sapiencia, dinamismo y frescura al panorama político institucional. Pero Podemos parte de un hecho real: apenas tiene infraestructura organizativa -y menos, estable-y tiene una imagen pública que apenas va más allá de lo que representa su líder.   

No sé por qué se ha de minusvalorar la militancia de los grupos políticos. En el caso de IU, además, una militancia activa, que es un verdadero capital humano que se ofrece con una elevada dosis de generosidad para llevar a cabo tareas día tras día, y no sólo periódicamente. Los acuerdos con otros grupos políticos, además, ayudan a ampliar el espectro político y electoral. Actuar con inteligencia, alteza de miras y generosidad en esas circunstancias no es malo, sino todo lo contrario. A modo de ejemplo reciente, no sé cómo se concretará el acuerdo con Anova -un grupo nacionalista gallego con el que Esquerda Galega comparte la coalición Alternativa Galega de Esquerda-, pero, después de la votación favorable de su militancia para ir coaligada con IU, me parece sumamente importante. ¿Por qué menospreciar esas cosas? 

(Foto: "Carnaval", de Héctor Julio Páride Bernabó “Carybé”)