viernes, 21 de febrero de 2014

Francisco Granados, mucho más que un caradura

Francisco Granados ha sido cogido en renuncio. Una cuenta oculta de 1,5 millones de euros en un banco de Suiza ha sido el motivo. Eso puede suponer, en un principio, delito fiscal. Y más después de haber declarado en 2011 que poseía sólo medio millón de euros en cuentas y fondos, sin contar un patrimonio personal inmobiliario nada despreciable (dos pisos en Madrid, un chalet unifamiliar en Valdemoro, cuatro plazas de garaje, un unifamiliar en Málaga...).

Granados fue alcalde de Valdemoro entre 1999 y 2003. En este último año pasó a ser diputado en la Asamblea autonómica madrileña y tras el tamayazo Esperanza Aguirre lo nombró consejero de Transportes, y en la siguiente legislatura pasó a acumular las áreas de Presidencia, Justicia e Interior. Paralelamente accedió a la secretaría general de su partido en la comunidad. Se convirtió, así, de facto en el número dos del PP y con Francisco González, ex aequo, del ejecutivo de Madrid. Su paso por todos esos cargos dejó huella. Fue evidente su vinculación a constructoras e inmobiliarias. Estuvo en el centro de la operación de espionaje que organizó contra miembros de su propio partido, pero de la facción de Alberto Ruiz Gallardón, por entonces enfrentado a Aguirre. No le faltó tampoco la vinculación con la trama Gurtel. En 2011 Aguirre prescindió de él sin decir por qué, pero dejando entender que ya no le servía o simplemente le estorbaba. Continuó como parlamentario autonómico, pero pasó a ser también senador. Desde entonces ha sido asiduo de tertulias políticas en varios medios de comunicación, sobre todo del conocido como "tedeté party". 

Siempre ha hecho gala de un desparpajo verbal fuera de lo común, claramente chulesco, sin importarle qué, cómo, dónde y a quién lo decía. Presumió de pertenecer a un partido honrado y de serlo él mismo. Fue rotundo cuando calificó a Bárcenas de delincuente y se refirió a aquello del grano y la paja. Fue el prototipo de dirigente del PP desinhibido y sacando pecho de lo que hacía. Hasta que el otro día fue descubierto. Después de ver que todas sus excusas no han surtido efecto, que sus colegas de tertulias ya no podían hacer nada por echarle un capote y que en el seno de su partido lo han dejado a los pies de los caballos, aunque todavía sin expedientarlo siquiera, ha decidido dimitir. Su decisión la ha adornado con una frase muy suya que dice más o menos así: "para lo que hacía, que no era más que darle a un botón cuando lo indicaba el encargado de turno...". A la vez ha lanzado otro no sé si órdago: "vuelvo a lo que toda la vida he hecho".

¿Y a qué se ha referido Granados? Antes de meterse en política fue un bróker exitoso. De ahí que se haya dicho de él que fue un yupi. Si se echan cuentas, desde que acabó la carrera en 1986 hasta 1995 pasaron nueve años, a los que hay que sumar, hasta 13, otros cuatro mientras estuvo de concejal en la oposición. Como cargo público con responsabilidad ejecutiva estuvo 12 años, a los que hay que añadir otros tres sólo de representante y tertuliano. ¿Su actividad de toda la vida, pues? ¿O toda la vida es la suma de su etapa de bróker y la de gestor de lo público con intereses privados? Granados es más que un caradura. Y, por su supuesto, algo más que su persona.