lunes, 24 de marzo de 2014

Lágrimas de cocodrilo

Salió pronto en las televisiones el rey Juan Carlos tras la muerte de Adolfo Suárez. En su mensaje dijo: "Mi dolor es grande. Mi gratitud, permanente". A lo largo del día de ayer prácticamente todas las televisiones generalistas dedicaron su programación al personaje fallecido. Ya dos días antes se empezaron a calentar motores cuando se supo del estado crítico. Noticias, reportajes, entrevistas y tertulias que tuvieron un tratamiento laudatorio prácticamente unánime. Consuelo Álvarez de Toledo, en Antena 3, dijo que mucha gente que estaba llorando en ese momento participó en su caída. También, que en ésta hubo una responsabilidad directa del jefe del estado. No es una periodista cualquiera: es la mujer de Federico Ysart, también periodista y colaborador muy cercano del expresidente de gobierno. El entorno que le rodeó está bastante estudiado, aunque hay todavía lagunas. Secretos de estado y secretos que están yendo a parar a la tumbas. Fue notorio lo de las infidelidades de buena parte de la dirigencia de UCD, las críticas desde el mundo empresarial, la falta de prestigio en el mundo militar, el odio entre los círculos más cerriles del franquismo, las alarmas en el gobierno estadounidense... El PSOE no se quedó corto en la labor de zapa, aunque en su haber estaba ser el primer partido de la oposición. El PCE, por entonces en manos de Santiago Carrillo y su gente, participaba en un pacto tácito con Suárez, buscando casi obsesivamente la formación de un gobierno de concentración. Más a la izquierda la confrontación era más que evidente, al considerarlo heredero del franquismo y expresión del triunfo de la reforma. Desde ETA se apretaban los gatillos queriendo forzar una negociación con un estado que consideraba débil. Gregorio Morán nos ha contado una versión de cómo fue la escena previa a la dimisión de Suárez, con el rey y la cúpula militar de acompañantes. Amadeo Martínez Inglés, que fue coronel del ejército, la desmiente, no así que los jefes militares utilizaran la vía institucional de su jefe superior directo, el rey, para forzar su caída. Han pasado más de tres décadas desde aquello. Estos días en las calles de Madrid están confluyendo dos maneras de afrontar el futuro. La gente que salió el fin de semana acabó siendo dispersada a palos. Como en los albores de la Transición. La que está despidiendo al exjefe de gobierno desfila ante su féretro entre lágrimas. Muchas, de cocodrilo. Suárez ha fenecido. ¿Lo hará también el régimen del que fue su primer piloto?