sábado, 7 de marzo de 2015

José Luis Gutiérrez Molina presentó en Barbate La justicia del terror

Esta mañana he participado en un acto interesante, que ha resultado entrañable y bonito. La presentación e Barbate del libro La justicia del terror, obra del historiador José Luis Gutiérrez Molina. Organizado por el Ateneo Republicano de Barbate, ha tenido lugar en la cafetería Cifu, a donde ha acudido una treintena de personas. 

Después de la presentación del autor, que me correspondió a mí -al final de esta entrada puede leerse su contenido-, tomó la palabra Luis García Perulles, abogado, que hizo una breve disertación sobre algunos aspectos jurídicos. Se refirió a la "justicia al revés", como se alude en el libro, que supuso la vulneración de la legalidad republicana para aplicar una justicia arbitraria, sin garantías procesales para quienes la sufrieron. En suma, la aplicación de unas normas contra quienes defendieron la legalidad existente por parte de quienes la incumplieron. Para García Perulles esta forma de justicia aún persiste en nuestros días, heredera en parte de la dictadura y reflejada en la Constitución de 1978, que establece en su artículo 117 que la justicia se administra en nombre del rey. Así mismo, el hecho de que exista la Audiencia Nacional, especializada en delitos especiales, supone una continuidad del Tribunal de Orden Público, el último de los tribunales especiales franquistas. Para ilustrarlo nos recordó, basándose en el libro de Gutiérrez Molina, que el primer fiscal-jefe de la Audiencia Nacional, Felipe Rodríguez Franco, había sido con anterioridad fiscal del TOP y, años atrás, participó activamente durante la guerra en los conocidos consejos de guerra sumarísimos de urgencia llevados a cabo en la provincia de Cádiz.

El autor del libro Molina llevó a cabo una amplia y profunda disertación sobre su libro, que está basado en el análisis de los consejos de guerra sumarísimos de urgencia que se llevaron a cabo entre 1937 y 1940. Dejó claro que estos procedimientos judiciales fueron una continuación de la represión que se inició en el verano de 1936, aunque bajo un barniz de legalidad. Sobre un total de 1285 personas procesadas, se llevaron a cabo 456 procesos, de los cuales el autor ha trabajado 445. Una tarea ardua, pero llevada a cabo con rigor, que ha tenido como recompensa un excelente libro y, ante todo, una demostración más de lo palpable que fue la naturaleza de la represión que llevaron a cabo quienes organizaron la sublevación militar de 1936 y se fueron apropiando del poder durante los tres años que duró el conflicto bélico.

Gutiérrez Molina no dudó en señalar como responsables de lo ocurrido a quienes formaron las patrullas falangistas que apretaron el gatillo o se dedicaron a elaborar las listas de personas que debían ser detenidas por su pertenencia a organizaciones populares y republicanas, pero ante todo señaló a las autoridades militares que participaron del golpe y los poderes económicos que lo financiaron y que se aprovecharon del nuevo estado de cosas. Para Gutiérrez Molina el 1 de abril no fue el fin de la guerra, sino la celebración de la victoria de quienes se dedicaron a reprimir a quienes la perdieron.

No le faltó denunciar el papel que siguen jugando los distintos gobiernos de distinto momento y ámbito, insensibles ante las demandas sociales de verdad, justicia y reparación. La tibieza, cuando no el olvido, con la que tratan a las personas que sufrieron la represión de la dictadura, en muchos casos todavía desaparecidas. Por eso Gutiérrez Molina dijo que la reparación no es sólo una cuestión de cuantificación, "sino de poder dar nombre a las víctimas".



Presentación del libro La justicia del terrorde José Luis Gutiérrez Molina

Se trata del texto previo escrito en que basé mi intervención, cuyo contenido coincide en esencia, pero que al no haber sido leída -no es mi estilo- fue sufriendo algunas variaciones formales. 

Se puede considerar a JLGM como un MAESTRO de la historia social. Destaca, ante todo, en el anarquismo y especialmente el andaluz y, más aún, el gaditano. Se trata, sin duda, de uno de los historiadores más importantes de ese movimiento. Últimamente se está centrando en la recuperación de la memoria histórica. En todo caso su labor destaca por la amplitud y por el rigor. Es autor de numerosas obras en forma de libros o como artículos, escritas en solitario o en colaboración con otras personas.

Dispongo en mi casa de varias de ellas, habiendo sido las primeras a las que accedí las siguientes: Crisis burguesa y unidad obrera. El sindicalismo en Cádiz durante la Segunda República [1994], que está basado en su tesis doctoral; La idea revolucionaria. El anarquismo organizado en Andalucía y Cádiz durante los treinta [1992]; y La anarquía según Andalucía [1996], un opúsculo donde analiza y reproduce una ponencia de 1936 de la FAI gaditana sobre comunismo libertario. 

He visto a JLGM en tres ocasiones: en 2006, en Cádiz, con motivo de la celebración de las jornadas “La memoria y los sueños de una profesión”; en 2007, en Benalup-Casas Viejas, en la presentación del libro Viaje por el problema agrario. La Janda (1882-1992), en el que colaboró con el artículo "La Mano Negra (1882-1884)"; y en 2010, en Jerez, con quien tuve el honor de compartir la mesa en el homenaje a "María Luisa Cobos Peña. Mujer anarquista jerezana".

En las jornadas “La memoria y los sueños de una profesión”, que había organizado la Universidad de Cádiz, dedicó su disertación al anarquista grazalemeño José Sánchez Rosa, uno de esos militantes libertarios dedicados, a la par, a propagar su ideal y formar culturalmente a la gente (La tiza, la tinta y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936) [2004]).

La biografía ha estado muy presente en la labor de JLGM. Es el caso de dos escritores anarquistas, autores de novelas sociales breves, a quienes ha biografiado y ha publicado sus obras literarias. Uno, el gaditano Vicente Ballester (Se nace hombre libre. La obra literaria de Vicente Ballester [1997]); y el otro, el fotógrafo chiclanero Diego Rodríguez Barbosa (El anarquismo de Chiclana. Diego Rodríguez Barbosa (1885-1936) [2001]).

Los tres –Sánchez Rosa, Ballester y Barbosa- acabaron fusilados en el verano de 1936 por haber cometido un doble delito: su compromiso social, como anarquistas, y su dedicación a la cultura, con el fin de ampliarla a quienes tenía difícil acceso a ella.

Otros personajes a los que JLGM ha dedicado su tiempo han sido el gaditano Fermín Salvochea (Fermín Salvochea. Crónica de un revolucionario [2013]), uno de los apóstoles del anarquismo, y del que JLGM ha dicho que, pese  a su fama, es poco conocido; María Silva “La Libertaria” (Casas Viejas, del crimen a la esperanza. Miguel Pérez Cordón y María Silva "Libertaria", dos vidas unidas por un ideal [2008]), protagonista y superviviente de los sucesos de Casas Viejas en 1933; o Mª Luisa Cobos ("Anarquismo, represión y memoria histórica: el caso de María Luisa Cobo Peña, Jerez de la Frontera 1944" [2002]), la jerezana que fundó en 1936 el Sindicato Emancipación Femenina y ayudó a la propagación de Mujeres Libres. Precisamente hace cinco años, en un 8 de marzo, JLGM y yo participamos en el acto de homenaje que la Asociación Jerez Recuerda le dedicó en su ciudad natal.

En 2006, junto al amigo Juan Francisco Cardoso, vi frustrada la ocasión de estar en la presentación en Conil de otro de sus trabajos, uno de los de mayor difusión y relevancia: El canal de los presos (1940-1962) [2004]. Escrito en colaboración con Gonzalo Acosta y Lola Martínez, hacen una magistral investigación sobre el empleo de presos republicanos en la construcción del canal del río Guadalquivir en la provincia de Sevilla. Una mano de obra esclavizada de hecho y de la que se aprovecharon las grandes empresas del momento, algunas todavía supervivientes (las Huarte, Entrecanales, Banús, RENFE, Astilleros de Cádiz, etc.).

Quizás sea este último libro el que haya abierto una nueva vía de investigación en JLGM, dentro de lo que últimamente viene denominándose como recuperación de la memoria histórica. En los últimos años está desarrollando una labor encomiable en esa dirección, dentro de distintos proyectos y en colaboración estrecha con la CGT de Andalucía. Así, en 2009 inició su trabajo en el proyecto “La represión franquista del anarcosindicalismo en la baja Andalucía: Cádiz y Sevilla”. Fruto de ello ha sido la elaboración de numerosas microbiografías, que están ayudando a conocer bastante de quienes participaron en la vida pública de un momento no muy lejano de nuestra historia. A través de Magdalena González se me invitó a participar en el proyecto desde Barbate y el propio JLGM me proporcionó datos de dos barbateños: Manuel Mateo Fernández Y Diego Martín García “Rincones”. Pese a haber dado los primeros pasos por mi parte, por distintas razones tuve que desistir.

El libro que nos trae a este acto –La justicia del terror- se publicó en 2014. No voy  extenderme sobre su contenido, pues para eso está hoy él aquí. Pero quiero destacar su solidez. Impecable en el uso de las fuentes y su tratamiento. Los consejos de guerra sumarísimos de urgencia en Cádiz –en los que están tres barbateños: Miguel Almansa Campaña, Cristóbal López Domenech y José Robles Rus- fueron un instrumento de terror. Una prolongación del verano de 1936. Uno más del estado terrorista que fue el franquismo, como el propio JLGM lo califica.