lunes, 13 de abril de 2015

Recordando a Eduardo Galeano: tres libros y una conferencia

Tres han sido los libros que leído de Eduardo Galeano y en una ocasión, hace cinco años, asistí a una conferencia suya. Junto a ello, no han faltado numerosos artículos y entrevistas que ha ofrecido a la prensa escrita o la televisión. Hoy ha fallecido. 

Se trata de un personaje curioso, difícil de catalogar como escritor, pero de reflexiones profundas y expresiones que, no por rotundas en su mayoría, dejan de ser certeras y, en todo momento, llenas de ironía. 

Uruguayo de nacimiento, hubo de tomar el exilio por dos veces: en 1973, hacia Argentina y después de haber sido encarcelado, cuando la dictadura militar se cernió como una sombra sanguinaria sobre quienes luchaban por un mundo mejor o simplemente se asomaban para mostrar su descontento; en 1976, hacia España, cuando los militares argentinos hicieron lo propio.    

En 1970 se publicó por primera vez Las venas abiertas de América Latina (Madrid, Siglo XXI, 1988). Galeano pretendía ofrecer un nuevo camino interpretativo de la historia y del presente de ese continente en un momento en que se estaban abriendo horizontes de esperanza. Al final del libro escribió que "La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar a derribar a sus dueños, país por país" (p. 435-436). Once años antes Cuba había marcado un camino, ese mismo año de 1970 se inauguraba la vía chilena al socialismo y en otros países se buscaban diferentes formas para derribar a los dueños que desde siglos habían atenazado a sus pueblos. En 1978 Galeano añadió una especie de epílogo, que tituló "Siete años después", donde dejaba constancia de los años dramáticos que estaba viviendo América Latina, dentro del ciclo de dictaduras sangrientas que inauguraron en septiembre de 1973 Pinochet y sus esbirros. Con un poco de humor negro llegó a escribir: "los comentarios más favorables que este libro recibió no provienen de ningún crítico de prestigio sino de las dictaduras militares que lo elogiaron prohibiéndolo" (p. 437).


En 1983 escribió El descubrimiento de América que todavía no fue y otros escritos (Barcelona, Laia, 1987). Una selección de artículos periodísticos donde analizaba con un estilo cada vez más propio la situación de América Latina, en un contexto marcado por la ofensiva reaganiana contra las revoluciones centroamericanas y especialmente la nicaragüense. En el libro se pueden leer, entre tantas y sabias cosas, una como ésta: "Uno escribe en realidad para la gente con cuya suerte, o mala suerte, uno se siente identificado, los malcomidos, los maldormidos, los rebeldes y los humillados de esta tierra" (p. 7). O esta otra: "Las dictaduras no hacen más que poner en evidencia la esencial contradicción que en América Latina opone la libertad de los negocios a la libertad de las personas" (p. 50). Y en un ejercicio para demostrar que lo que ocurría en su continente se podía trasponer a los otros continentes castigados por los imperios, sentenciaba: "Diez mil personas mueren de hambre cada día, pero cada día gasta el mundo diez mil millones de dólares en ejércitos y armamentos" (p. 59). Y al final, un genial "Apuntes para un auto-retrato".

Acabando el milenio, en 1998, escribió Patas arriba. La escuela del mundo al revés (
Madrid, Siglo XXI, 2005). Casi 500 páginas donde hace una narración de la realidad en la que mezcla el análisis de situaciones y la exposición de aforismos. Como para decir, entre tantos de éstos, que "Este mundo que ofrece el banquete a todos y cierra la puerta en las narices de tantos es, al mismo tiempo, igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda" (p. 37). O defender a la Cuba revolucionaria que, en sus contradicciones -que nunca ha ocultado-, ha dicho de sus gentes que "Les falta todo. Eso sí. dignidad les sobra. Como para hacer transfusión" (p. 404).

En 15 de marzo de 2010 tuve la ocasión de asistir a una conferencia suya, dentro de un Seminario de Derechos Humanos que la Universidad de Cádiz organizó en el campus de Algeciras. Se le notaba envejecido, pero se mostró seguro en el discurso, manteniendo esa voz grave tan propia y su característico acento montevideano. En este cuaderno publiqué una entrada -"Con Eduardo Galeano"-, donde reproduje varios de los aforismos con que fue desgranando su disertación. Uno de ellos me parece muy revelador del mundo en que vivimos: “El muro de Berlín me abrumaba cuando estaba en pie. Pero otros muros más largos y más altos existen hoy”.


Se nos ha ido un escritor difícil de catalogar que, en sus palabras, se trataba de "un escritor con la obsesión de la memoria" (El descubrimiento de América que todavía no fue, p. 127).