domingo, 19 de julio de 2015

Un encuentro de antiguos y antiguas militantes de Salamanca

Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza
(Mario Benedetti)


Militamos en el Partido del Trabajo, la Joven Guardia Roja y/o la Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores. También, en tres casos, en la Organización Revolucionaria de Trabajadores, con quien el PTE se unió, ya al final, en el Partido de los Trabajadores. Han pasado unos 35 años y ayer nos reunimos 14. Faltó mucha gente, porque fuimos bastantes más, pero fue un encuentro emotivo y bonito.

Todo empezó en Salamanca en 1974 y seis años después, en 1980, nos disolvimos como grupo político. Luego cada cual, como quiso o pudo, fue derivando a otros grupos sociales o políticos, o simplemente a ninguno, a la vez que fue creando su propia trayectoria vital y profesional. En general nos hemos seguido viendo, en mayor o menor medida. Quizás haya sido yo quien, desde una mayor lejanía física, llevara unas tres décadas sin ver a bastantes de quienes ayer nos reunimos. 

Estuvo Chema, de la primera ornada del PTE, militante hasta el final y uno de los pilares de lo que fue la CSUT. Un incombustible. Y desde principios de los ochenta, un maratoniano del ecologismo, primero en el Comité Antinuclear de Salamanca y luego en Ecologistas en Acción.

También estuvieron Julio, Merche y Paco Regalado, de la JGRE y luego, a la vez, del partido. Julio, militante de la segunda hornada, desde 1975, y uno de quienes les tocó pasar por la cárcel de Valladolid siendo todavía un adolescente. Acabó como responsable de la JGRE, haciendo valer su joven veteranía. Merche, su compañera de ayer y hoy, una de las militantes más entusiastas que estudiaba BUP en el instituto transtormesino y acabó trabajando en lo que entonces llamábamos el Psiquiátrico. Y Paco, uno de los escuderos de Julio, también estudiante en ese instituto y luego mecánico en el negocio familiar.

Estuvieron, por supuesto, Maxi y Pedro, dos de cuatro hermanos militantes y herederos de un padre que había sufrido la represión feroz del franquismo durante los años de la guerra y la postguerra. Dos de quienes en los años siguientes decidimos seguir a nuestra manera. Maxi, perfecto maestro de ceremonias, el nexo entre el pasado y el presente. Un incombustible, a su manera, de lo que inició con 18 años. Un profesional que ha sabido mantener el principio de estar al lado de quienes sufren los rigores del sistema injusto en que vivimos. Y su hermano, paciente, riguroso y ordenado, hoy más distante en el quehacer político cotidiano, pero expectante de lo que ocurre.

Acudieron tres compañeros de los currantes: Paco Cuadrado, Jesús el “Pelirrojo” y Nacho. Los dos primeros, miembros de la célula de mundo obrero y, por ello, activistas de la CSUT, que han seguido como militantes de grupos de izquierda. Y Nacho, un caso particular, porque, estando afiliado a la CSUT, encabezó la lista del PTE en su pueblo en las elecciones de 1979 y estuvo a punto de ganar la alcaldía. Desaparecido su primer sindicato, encontró en CCOO su recambio.

No faltaron Carmen, Candi y Cari, de la ORT, con quienes compartimos militancia en el Partido de los Trabajadores durante casi un año. Carmen y Candi, las almas de su organización, que llegaron de fuera para impulsarla. Cari, creo recordar, originaria de esta tierra. Un grupo de gente que, mientras duró el nuevo partido, supo acoplarse con el nuestro, hasta el punto que la propia Carmen llegó a ser la secretaria política.

Por último, estuvo José Antonio, que, curiosamente, fue el animador de que nos reuniéramos. Un manchego inmigrante en Barcelona, joven militante comunista del PSUC en los años sesenta y participante de primera hora de lo que fue el PCEi y desde 1973 pasó a denominarse PTE. El típico militante abnegado dedicado a las tareas más inverosímiles que acabó recorriendo, como un trotamundos, pueblos y campos, organizando a la gente de campesina. Las circunstancias lo trajeron años después a Salamanca, donde se ha asentado definitivamente y sigue manteniendo su espíritu luchador. 

Los años pasan, es verdad, pero el espíritu sigue siendo joven. Porque, más allá de poder parecer un grupo de vejestorios y vejestorias, en todo caso seguimos siendo militantes de la vida, como decía Mario Benedetti. Ese tipo de personas que no nos conformamos con la sociedad en que vivimos y anhelamos hacerla más habitable para todo el mundo, sin que nadie quede en el camino.