jueves, 29 de octubre de 2015

El Lisitski, un artista revolucionario y total

Hace unos días mi amigo Joaquín Cort me enviaba un correo alusivo al artista ruso El Lisitski. Me vino de inmediato a la memoria su conocida obra "La cuña roja golpea a los blancos", una de las obras más representativas de la vanguardia artística soviética en sus primeros años, o su "Proyecto para la tribuna Lenin". Arte al servicio de la revolución. Y he de confesar que este arte me sigue fascinando y con él, artistas como Malevich, Tattlin, Kandinski, Rodchenko, Chagall, Pevsner, Gabo, Arjipenko..., sin olvidarnos de mujeres como Stepanova, Ekster o Popova.

La vanguardia artística rusa, que en realidad englobaba a otros territorios del antiguo imperio zarista, arrancó en los primeros años del siglo XX. Pero fue en el contexto de los primeros años de la revolución cuando adquirió una dimensión de gran importancia, a la vez que acabó siendo conocida como vanguardia soviética. La revolución atrajo a buena parte del mundo artístico e incluso posibilitó el regreso de artistas que estaban trabajando en el exterior, como fueron los casos de Kandinski o Chagall. Pese a la situación de guerra vivida esos años, no faltó el entusiasmo, en la misma línea de lo una gran parte de la sociedad había iniciado en 1917 en la búsqueda de un mundo mejor. La labor realizada por Lunacharski, al frente del comisariado del pueblo para la cultura, fue importante. Protegió y fomentó la labor realizada en el mundo del arte y la cultura, respetando la libertad de creación y canalizándola en la doble dirección de fomentar la cultura en el pueblo y de utilizarla para reforzar la revolución.

Se han solido distinguir dos tendencias que, en cierta medida, pugnaron por hegemonizar el campo de la creación artística: la suprematista y la constructivista. La primera, con Malevich a la cabeza, ya había arrancado antes de 1917 y se caracterizaba por armonizar dos cosas: de un lado, la innovación en las formas, acercándose por el ello al cubismo, el futurismo e incluso la abstracción geométrica, donde adquirió su mayor plenitud; y por otro, concebir el arte como apoteosis de la sensibilidad. El constructivismo, por su parte, tuvo en Tatlin y Rodchenko sus figuras más representativas y buscaba ante todo convertir la creación artística en creación de objetos útiles. Para ello era necesario aunar las distintas artes, desde las más tradicionales, como la arquitectura, la escultura o la pintura, hasta las nuevas industriales, como la fotografía, la tipografía, la publicidad o el diseño industrial. 

En el suprematismo de Malevich el arte era considerado una actividad independiente de la realidad social y económica que debía moverse autónomamente, aun cuando pudiera orientarse hacia una sensibilidad revolucionaria. En el constructivismo, sin embargo, el mundo del arte pertenecía al pasado, dado su vinculación a sociedades clasistas, por lo que habría de superarse a través de una nueva realidad, donde se fundían el utilitarismo de las creaciones y sus formas eminentemente abstractas, éstas como manifestación de racionalidad.

Este debate y la realidad artística acabaron ahogados en gran medida por una evolución hacia formas artísticas claramente figurativas, condicionadas por una mayor intromisión de las directrices políticas que chocaron con las formas más audaces. Hubo artistas que acabaron yéndose de lo que acabó denominándose la URSS: Kandinski, Chagall, Pevsner, Gabo, Ekster... En general tendieron a orientarse bien hacia lo que se llamó el realismo socialista o bien hacia otras formas de creación, como la fotografía, la publicidad o el diseño industrial.

Y en este contexto fue donde actuó El Lisitski. Vinculado inicialmente al grupo suprematista, acabó derivando hacia el constructivismo y desde él, hacia una amalgama de actividades: algunas, artísticas como tales, como la organización de la ilustración de libros y revistas, el diseño, la publicidad o la decoración de interiores o de representaciones teatrales, para lo que hizo uso de las técnicas más innovadoras de la tipografía o el fotomontaje; y otras, con una relación más indirecta, como la organización de exposiciones o la tarea docente.  

En sus primeros años, dado su origen judío, estuvo vinculado a la ilustración de obras infantiles escritas en el yidis, el idioma de su comunidad. Pronto se aproximó al suprematismo, donde se inició en el mundo de la abstracción geométrica, en la que destaca su obra "La cuña roja golpea a los blancos". Y desde el momento en que se inició la revolución, con la que se mostró en todo momento entusiasta, no se detuvo en una sucesión rápida de vivencias y experiencias que fueron marcando una continua evolución personal.  

En poco tiempo fue creando su propio camino, original en gran medida, que, a la vez que le alejaba del suprematismo, le iba acercando al constructivismo. Sus prounen fueron la concreción de ello, unas obras donde mezclaba el dibujo y la pintura con el diseño de formas arquitectónicas, que acabaron convirtiéndose en obras tridimensionales y en ocasiones, de hecho, en una suerte de escultura. Entre sus diseños arquitectónicos destaca el "Wolkenbügel", donde trazaba un rascacielos de escasa altura extendido horizontalmente en su parte superior.

En Alemania y Suiza, donde se trasladó inicialmente para ocupar puestos de representación cultural, vivió una nueva experiencia. No olvidó su dedicación a la creación de obras de arte y a la vez perfeccionó el empleo de nuevas técnicas. También se dedicó a estrechar lazos con artistas de otros países con el fin de conformar una dimensión nueva del arte. Es lo que hizo, por ejemplo, con la gente de la escuela alemana de la Bauhaus o del grupo holandés De Stijl. 

Y tras su regreso a mediados de los veinte a la URSS, pese a la enfermedad que le acompañó hasta su muerte, siguió en ese camino tan versátil y fructífero. Retomó el diseño arquitectónico, en el que destacó su "Proyecto para la tribuna Lenin". 

Su muerte acaeció en 1941, al inicio de la guerra con Alemania. Y de nuevo dejó constancia del compromiso que siempre tuvo con su pueblo: su cartel "Todo para el frente, todo para victoria" dio muestra de ello. 

Artista de su tiempo, Lisitski se movió sucesiva y simultáneamente por los diversos movimientos que fueron surgiendo y participó en ellos aportando su capacidad creativa e innovadora. Fue fiel al compromiso político que adoptó de joven y supo amoldar su obra a las circunstancias que le tocó vivir. Fue, pues, revolucionario en el doble sentido y, en suma, un artista total. 


Bibliografía de referencia

Argan, Giulio Carlo (1977). El Arte Moderno. La época del funcionalismo. La crisis del arte como "ciencia europea", v. 2. Fernando Torres-Editor, Valencia.
Picado Filgueira, Miguel (2012). "Arte y arquitectura. El Lissitzky", en blog Compos Times, 6 de noviembre, http://compostimes.com/2012/11/arte-y-arquitectura-el-lissitzky/
Riaño, Peio, H. (2011). "Que vienen los rojos", en diario Público, 6 de octubre, http://www.publico.es/culturas/vienen-rojos.html. 
Vicens, Francesc (1975). Arte abstracto y arte figurativo. Salvat Editores, Barcelona.  


(Imagen: “Proyecto para la tribuna Lenin”, de Lisitski)