miércoles, 8 de junio de 2016

El recambio generacional en IU: y 2, apuntes sobre su futuro























En el breve análisis de la nueva ejecutiva de IU que publiqué ayer me referí a un cambio generacional que conlleva también cambios en otros aspectos, como la formación académica o la procedencia geográfica de sus componentes. 
De lo primero, junto con las actividades profesionales que desarrollan, derivaría la condición socioeconómica predominante. No obstante, a falta de datos, no he podido sacar conclusiones sobre los orígenes sociales. En cuanto a la paridad de sexos, en fin, se cumple. 


De lo que no cabe la menor duda es que en IU se están produciendo cambios importantes. Y entre ellos el relevo generacional está en consonancia con la nueva realidad de la sociedad española, inmersa, como los países capitalistas occidentales, en un proceso de mutación de naturaleza neoliberal iniciado en los años ochenta e intensificado en los últimos años por parte del último gobierno del PSOE y del actual del PP.


Lo que no cabe la menor duda es que para la nueva ejecutiva, con su coordinador al frente, existe un gran reto. IU fue sobrepasada electoralmente por Podemos hace algo más de un año (en marzo, las andaluzas y en mayo, las municipales y autonómicas). Éste es el partido que mejor expresa los anhelos de las generaciones más jóvenes, ajenas a lo que consideran ya como caduco y más próximas a 
un grupo con el que se identifican más indumentaria, gestos, estilo de vida y afinidad vital. Buena parte de sus dirigentes más relevantes no pertenecen a las generaciones más maduras que han ido copando puestos de trabajo y cargos públicos, y que se benefician en mayor medida de las ventajas conquistadas en el estado de bienestar (estabilidad laboral, remuneraciones aceptables, pensiones garantizadas, etc.). Las generaciones más jóvenes se reconocen mejor en la dirigencia de Podemos, que en buena parte no dispone de las ventajas antes referidas. 


Pero conviene no mitificar el papel que están jugando estas generaciones jóvenes. No debemos olvidar que tienen elevadas cotas de pasividad y que en su afán por romper con el pasado han desechado formas de organización y de lucha tradicionales que siguen teniendo validez. El descenso de las movilizaciones es sintomático. En ello se aúnan varios factores: un tejido económico atomizado, precarizado y terciarizado, esto último en detrimento de los sectores productivos; la influencia de una ideología neoliberal que ha hecho posible que su combate del sindicalismo y las movilizaciones sociales coincida con el rechazo generacional de esos instrumentos; el papel represivo del estado, acrecentado por la ley mordaza; y una idea bastante extendida que confía en lo electoral como forma de conseguir las cosas, reforzada por la rapidez con que Podemos ha conseguido subir en votos. 


En Podemos hay cierta orfandad en su estructura organizativa, cosa de la que no adolece IU, que ofrece mayor solidez y experiencia. Lo que está saliendo ahora a la luz en IU es el relevo de unas generaciones que se fraguaron sucesivamente en el antifranquismo, la Transición y la crítica a los excesos del conocido como régimen del 78. Sus militantes han luchado duro y creado una tradición en condiciones muy adversas. Pero las condiciones han cambiado, en la línea antes apuntada de lo que puede considerarse como la consagración del neoliberalismo  


Mientras el régimen del 78 expresaba políticamente una sociedad en pleno desarrollo, inserta en el modelo de los países capitalistas occidentales, IU tuvo grandes dificultades para encontrar un hueco, aun cuando en los años noventa alcanzara cotas importantes de representación e influencia. Pero esas cotas fueron siempre insuficientes, en parte derivadas de un sistema electoral injusto, hecho a la medida del bipartidismo. IU acabaría fuertemente golpeada por los aparatos ideológicos del sistema, en especial los mediáticos, y no tenida en cuenta por la mayor parte de la sociedad. Esto último explicaría el valor del voto útil en favor del PSOE, que tanto le perjudicó en las elecciones generales, o el castigo que sufrió en los municipios donde la fiebre del ladrillo alcanzó niveles de corrupción inusitados. Aun con ello, IU mantuvo en numerosos municipios niveles de representación más que aceptables, prueba de que era reconocida como un instrumento útil por una parte de la sociedad. 


La coyuntura que se ha abierto con la actual crisis económica sistémica, las mutaciones sociales provocadas por el neoliberalismo y el agotamiento del régimen del 78 pudo haber sido la oportunidad de IU. Parecía que así iba a ocurrir entre 2012 y 2013, cuando sus expectativas de voto iban aumentando, siendo en varios sondeos la primera fuerza política en intención de voto directo. La irrupción de Podemos, sin embargo, abrió una fuerte crisis en IU. 


Lo ocurrido el domingo en la Asamblea Federal culmina un camino del que podría decirse que se inició hace dos años, cuando Alberto Garzón asumió una responsabilidad que le llevaría a ser el candidato a la presidencia de gobierno. Considero, sin embargo, que la cosa viene de varios meses antes, cuando se precipitó -ignoro el porqué, al margen de los comentarios realizados por sus protagonistas- un hecho de gran trascendencia: la decisión que tomó el grupo formado en torno a Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y demás, quienes, alterando la pretensión inicial de utilizar a IU como instrumento político, acabaron presentándose
por su cuenta a las elecciones europeas baja la marca de Podemos. 


En ese momento atrajo un voto que difería del que con el tiempo le ha ido caracterizando. Había mucho de malestar, castigo si se quiere, en sectores de la izquierda que con anterioridad no habían votado o lo habían hecho por grupos radicales minoritarios e incluso por el PSOE. Luego, como ya fueron apuntando los sondeos posteriores y demostraron las elecciones habidas en 1015, acabaría siendo la representación de los grupos de edad más jóvenes, atrayendo a más abstencionistas y anteriores votantes del PSOE y, en menor cantidad, de IU. 


La coalición Unidos Podemos, después que Podemos corrigiera el error de creer que IU estaba moribunda, ha abierto un camino nuevo y también imprevisible. Y en ello está IU, que ha dado un paso importante en su renovación interna, sin renegar de su pasado, pero sacando a la luz lo que mejor puede representar a las generaciones más jóvenes. 
Y sobre esto último no es ajena la figura de Alberto Garzón. Su juventud y lo que representa políticamente facilitan que sea considerado como uno de los políticos mejor valorados, con una popularidad superior a la de Pablo Iglesias.


Hay un temor en algunos sectores de IU por que acabe siendo engullida por Podemos. Un riesgo real, como lo es también que, manteniéndose aislada, podría quedar reducida a una minoría cada vez más estrecha. La capacidad de resistencia que demostró en las elecciones pasadas y su comportamiento posterior ha puesto de relieve el gran patrimonio político que atesora. Pero en el seno de la sociedad y, sobre todo, de la gente joven, que tiene un horizonte vital más lejano, se desea un mayor grado de unidad política. Ésta ha sido posible en las confluencias habidas en varias ciudades durante las municipales y en Cataluña y Galicia durante las generales. La formación de Unidos Podemos, aunque por ahora sea una marca electoral, ha puesto de relieve el error cometido por Podemos y las buenas intenciones que mantuvo siempre IU. 


Lo que pueda ocurrir el 26 de junio es difícil de saber, aun cuando los pronósticos apuntan a la consolidación del sorpasso al PSOE y un acercamiento lento al PP. ¿Y después? Más imprevisible aún. Y ahí IU tiene mucho que decir. Porque tiene capacidad de analizar, organizar y movilizar. Y porque aporta aspectos políticos de suma importancia, como pueden ser
 su defensa de la república o su oposición a la OTAN. En todo caso, en unas condiciones de unidad se facilitan las cosas.