domingo, 4 de septiembre de 2016

La impunidad en el asesinato de Berta Cáceres


















Berta Cáceres fue asesinada a tiros en marzo pasado. Indígena de la comunidad lenca, era una conocida ecologista, feminista y luchadora por los derechos humanos en Honduras. Una trayectoria que tuvo como punto culminante su dedicación 
a evitar que se construyera un presa hidroeléctrica en la cuenca del río Gualcarque. Un río sagrado sagrado para la comunidad indígena del lugar, lo que le hizo sentirse solidaria con su pueblo. Pero también un parte más de su quehacer militante en el campo de ecologismo. Precisamente por ello había recibido en 2015 el Premio Goldman, conocido como el Nobel del medioambiente. Y también por ello acabó siendo víctima de los ataques del poder económico interesado en acaparar riqueza a costa de la destrucción de la naturaleza y las culturas indígenas.


Nos ha contado Joan Martínez Alier (ver también la entrada de este cuaderno "Joan Martínez Alier y el Atlas de Justicia Ambiental") el riesgo que supone para su vida la lucha en defensa de la naturaleza que tanta gente lleva a cabo en lo que denomina territorios de frontera de los recursos naturales. Y Latinoamérica como continente y Honduras como país son de los territorios más vulnerables. Para el grupo Global Witness "Honduras es el país más peligroso per cápita para los activistas ambientales y de la tierra con 101 asesinatos entre 2010 y 2014", en su mayoría indígenas. Del caso paradigmático de Cáceres, acaecido en 2015, señala que "las principales causas de su muerte fueron la industria hidroeléctrica, la minería y la agroindustria".

El otro día apareció en varios medios de comunicación una entrevista a Gustavo Castro, ecologista mexicano y testigo del asesinato de Cáceres. Acusa directamente al gobierno hondureño, a través de funcionarios y sicarios, como implicado en el asesinato, la obstrucción en la investigación y el encubrimiento de los responsables. Miembros de los aparatos policial, militar y judicial intentaron incluso inculparlo en su muerte, algo que logró esquivar gracias a la acción del personal de la embajada mexicana. 

Toda una conspiración en la que, como totum revolutum, se mezclan los intereses privados de las grandes empresas y los aparatos del estado. No debemos olvidar que en Honduras tuvo lugar hace siete años un golpe de estado que acabó con la presidencia y el gobierno de Manuel Zelaya, quien buscaba en su país una vía independiente de los intereses de las grandes multinacionales y la intromisión imperialista. Cáceres, coherente con su trayectoria política, estuvo entre las personas que se opusieron al golpe y lucharon contra la dictadura.  

(Imagen: retrato de Berta Cáceres, publicado en en foodfirst.org)