viernes, 14 de octubre de 2016

Darío Fo, un juglar elocuente























Murió ayer Darío Fo. Escritor, autor teatral, juglar... Un genio de la provocación, como corresponde a quien siempre hizo gala de ser parte de una larga tradición, en la línea de la comedia del arte italiana y otras similares de países vecinos, donde se mezcla lo puramente literario, quizás más culto, con lo festivo y hasta carnavalesco, en todo caso popular. Una manera de poner al descubierto la realidad encubriéndola de elementos aparentemente distantes. Lo bufo, lo juglaresco, lo grotesco, lo estrambótico, esto es, una forma de burlar el poder establecido. 


Oí hablar de Fo desde muy joven, aun sin conocer su obra, por el veto que la Iglesia Católica le había impuesto. Su irreverencia en el trato de aspectos que la institución eclesiástica consideraba entonces como intocables, motivó su condena en vida. No había leído nada suyo hasta que recibió el Premio Nobel de Literatura, ocurrido en 1997. Empecé con su discurso ante la Academia Sueca, que tituló como "Contra jogulatores obloquentes" (Página Abierta, enero 1998; también, en italiano, en nobelprize.org). Le siguió Muerte accidental de un anarquista (Barcelona, Orbis, 1998) y despuésMisterio bufo (Madrid, Siruela, 2004) y Tengamos el sexo en paz (Hondarribia, Hiru, 2003), esta última basada en una obra de su hijo Jacopo y adaptada a tres con el propio Dario y Franca Rame, madre y mujer, respectivamente, de ambos, espléndida actriz e inseparable de su marido. 


Leer "Contra jogulatores obloquentes" es una gozada. Su título ya es sugerente: está escrito en latín medieval y si al pie de la letra se traduce como "juglares elocuentes", él quiso que fuera como "juglares que difaman e irritan". Se expresa a la vez por escrito y mediante dibujos, sintetizando genialmente su concepción del teatro y de la vida. Implica a su mujer, Franca Rame, haciéndola copartícipe de su obra y del premio. Y ante todo reivindica su oficio y el de su gente, con hondas raíces en el tiempo.


En Misterio bufo, escrita allá por 1969, sacó a relucir a través de nueve pequeñas piezas ambientadas en el siglo XIII, durante el papado de Bonifacio VIII, el estado de corrupción moral y material del clero. Nada nuevo entonces, ni siquiera ajeno a nuestros días, perfectamente extrapolable al mundo secular. La matanza de los inocentes, las bodas de Caná, la resurrección de Lázaro o la pasión de Jesús, entre otras historias del Nuevo Testamento, y una dedicatoria al propio Bonifacio VIII, se convierten, puestas en boca de un actor-juglar, en metáforas. Una forma de reflejar, como advierte al comienzo ese actor-juglar, que "desde los primeros siglos después de Cristo el pueblo se divertía (...) moviendo, jugando, como se decía, espectáculos de forma irónico-grotesca, precisamente porque, para el pueblo, el teatro, y el teatro grotesco en particular, ha sido siempre el medio principal de expresión, de comunicación, pero también de provocación y agitación de ideas".      

Poco después, en 1971, escribió Muerte accidental de un anarquista (Barcelona, Orbis, 1998). Lo hizo en medio de los agitados años que vivió Italia entre finales de los sesenta y los setenta, con un movimiento de masas impresionante, diverso y desafiante, al que no le faltaron algunos sectores radicalizados que practicaron la lucha armada, y una violencia fascista indiscriminada y extrema, autora de atentados donde perecieron decenas y decenas de personas, que mezcló grupos fascistas, aparatos del estado y los tentáculos del imperio. Aquí lo cómico se transforma en un drama desde un hecho real, el mismo que da título a la obra. Inspirado por lo ocurrido en uno de esos atentados, concretamente el producido en un banco de la plaza Fontana de Milán, donde perecieron 16 personas, Fo nos lleva a los EEUU de 1920, cuando el asesinato en los calabozos policiales del anarquista de origen italiano Andrea Salcedo, que fue dado por suicidado. La acción la hace suceder en Italia en 1970, como excusa para ilustrar lo que no es casual, sino producto de una maquinaria perversa que busca mantener el estado de cosas. Y en todo ello, Fo nos deja otra enseñanza que no debemos olvidar: en las sociedades en que vivimos, se deja que la verdad salga a la luz, pero tamizada de algo que la banaliza. Es lo que dice el Loco de la obra: "Lo importante es convencer a la gente de que no marcha sobre ruedas... Los Estados Unidos, un país realmente evolucionado, nadan en escándalos, engordan con ellos.... matan a un presidente por ser poco conservador... en el asesinato están implicados nada menos que la CIA y el FBI... matan a unos veinte testigos... la opinión pública está desolada, escandalizada... se investiga, la prensa y la televisión gritan,  acusan, denuncian... y el resultado directo es que resultan elegidos primero Jonhson y después, nada menos que Nixon". ¿Suena todo esto a algo?