martes, 24 de enero de 2017

La muerte con una furia desmedida



A Ángel, Enrique, Javier, Luis Javier y Serafín, in memoriam 

¿Qué me queda de esos días?
El recuerdo.
No imprimí palabras ni estampé colores sobre el papel.
Tampoco imaginé notas ni rasgueé cuerdas
que pudieran hacer vibrar el espacio y su aire.
Sólo, el recuerdo,
que sigue vivo.
El reguero de gente, 
de muchos miles caminando.
El silencio, como fondo.
Lágrimas purificadoras.
El ímpetu contenido.
Y, eco del país hermano,
claveles, muchos claveles rojos,
que al final fueron cayendo sobre el ataúd,
acompañados de la melodía que une a los parias de la Tierra.
Eso fue lo que vi en una ciudad pequeña.
Ese fue el homenaje a uno de los cinco.
Más grande fue lo de la capital,
en número, en dimensión,
pero en emoción fue lo mismo.
No fue Tánatos lo que llegó,
sino la muerte con una furia desmedida
y alimentada por el odio que llevaba impune muchos años.
Cuarenta años han pasado
y todavía la emoción me sigue embargando,
aunque sea contenida.