jueves, 13 de abril de 2017

Por la República, mal que le pese a la derechona

La derechona de este país ha sido tradicionalmente antidemócrata. Liberal o no, le ha tenido alergia a todo lo que oliera a sufragio universal, ampliación de derechos, incluidos los sociales, separación de poderes, laicidad del estado, sensibilidad social, descentralización territorial, si no federalismo, y electividad de la jefatura del estado, que no es otra cosa que república. Ha sido ferozmente antirrepublicana, por lo que todo lo que sea mencionar a la institución y sus símbolos ha conllevado denigrarla. 

El régimen franquista, salido de una cruenta guerra de casi tres años que iniciaron los militares sublevados, aunó a todas las fuerzas políticas, sociales e institucionales que representaban la España negra. La España de la oligarquía, del caciquismo, de la monarquía, de los privilegios de la Iglesia Católica, del oscurantismo cultural, del militarismo... En ese régimen entraron el fascismo, el carlismo, el catolicismo integrista y casposo... Y también la concentración del poder, la anulación de los derechos individuales, la intromisión de la Iglesia en el ámbito privado, la persecución a sangre de la oposición... Dependiendo de cada momento alguna de las familias políticas que se conformaron durante esos años tendió a influir en mayor medida, siempre que la autoridad máxima lo consintiera. Ocurrió con el falangismo en los primeros años, luego sustituido por el catolicismo integrista, para finalmente, desde finales de los cincuenta, dar paso al catolicismo de la nueva tecnocracia ligada al Opus Dei.

La crisis del régimen, acelerada por la presión de sectores de la población cada vez más amplios y la necesidad de un recambio generacional, dio lugar a que en en su seno surgieran diversas tendencias, que resumidamente fueron dos: la inmovilista y la aperturista. Si la primera fue perdiendo peso con los años, la segunda acabó dividida en función del ritmo que debía imprimirse a la reforma. Fue lo que ejemplificaron los gobiernos sucesivos de Arias Navarro y Suárez, para posteriormente concretarse en dos partidos: Alianza Popular, de Fraga, y Unión de Centro Democrático, de Suárez.

Victoriosos los sectores reformistas, previa neutralización de amplios sectores de la oposición, UCD acabó por desintegrarse, previo acoso y derribo de Suárez, que ya resultaba demasiado incómodo para la derechona y los poderes económicos. Hubieron de pasar unos años para que AP, que tuvo que transmutarse en Partido Popular, acabara uniendo y cohesionando al conjunto de sectores sociales y políticos de la derechona. Lo logró Aznar, que, previa labor de preparación del PSOE liderado por González, puso al país en la cumbre del neoliberalismo, el atlantismo, el nacionalismo españolista y el neocentralismo, propiciando una mayor concentración de la riqueza, la pérdida de derechos sociales y la corrupción que ha estado campando impunemente a diestro y siniestro. 

Cuando los valores republicanos han vuelto a salir a la superficie, luego de la derrota política durante la transición, de años de dispersión y de búsqueda de una identidad colectiva, la derechona no ha parado de combatirlos. Valores republicanos que se han expresado de una forma poliédrica en la defensa de los derechos civiles y sociales perdidos o amenazados, la ampliación de la participación ciudadana en todos los ámbitos de lo público, el reconocimiento explícito de un estado plurinacional, la profundización en los derechos de los distintos territorios, la defensa de la laicidad, la apuesta por el pacifismo, el respeto del medio ambiente, la equidad de los géneros, el reconocimiento de la diversidad y la orientación sexual... Y también, claro está, en la recuperación de la memoria histórica y con ella el reconocimiento de las víctimas del franquismo durante la guerra y la dictadura. 

La reivindicación de la Segunda República y sus símbolos supone resaltar un momento de nuestro pasado, inmediatamente anterior al régimen franquista, que en su mayor parte reconoció los valores antes aludidos. Por eso desde la derechona, heredera ideológica y social del régimen franquista, los denigra y los combate con fiereza. Se sigue distorsionando lo ocurrido entre 1931 y 1936, porque fueron los años en que por primera vez de una forma decidida se miró de tú a quienes representaban la España negra del caciquismo, la espada y la cruz. Primero se les hizo frente en las instituciones representativas y con la ley en la mano. Luego, tras el golpe militar, con las armas en la mano. Con contradicciones, claro está, y hasta con episodios que no deben siquiera esconderse, partiendo de que desde décadas atrás se habían ido conformando distintas tradiciones que fueron haciendo frente al poder oligárquico y antidemócrata. La Constitución recogió principios de gran trascendencia para la mayoría social. Había que priorizar el interés general sobre el particular, como se reflejó en la reforma agraria; delimitar el campo de actuación de las confesiones religiosas, eliminando los privilegios de la Iglesia; recomponer el mapa territorial, reconociendo la autonomía de sus nacionalidades; subordinar el poder militar al civil; reconocer los derechos civiles y sociales relativos a la sindicación, los salarios, el voto de las mujeres, la patria potestad, el divorcio, etc.; ampliar la educación y la cultura al conjunto de la población... 

Durante estos días, próximos al aniversario de la proclamación de la Segunda República, se suceden artículos y comentarios en los medios de comunicación que están en manos de la derechona poniendo en duda su naturaleza democrática y poniendo en entredicho a quienes defienden los valores que representó y su vigencia en nuestros días. No les importa mentir, negar evidencias, deformar o manipular, porque todo vale para los fines que pretenden: evitar que se les identifique con los valores, los momentos y las figuras de otro tiempo que se corresponden con la España negra. Formalmente demócratas hoy, buscan desmantelar o restringir todo aquello que se ha ido conquistando en el tiempo.

La república es algo más que unas instituciones y una bandera, que también, y supone ante todo la defensa de la cosa pública, la gestión de los asuntos de la sociedad por las personas que la componemos. Algo que sigue secuestrado por una minoría, para aprovecharse a su antojo y a costa de la mayoría. La república es democracia, donde cabe todo el mundo en igualdad y sin distinciones. 

Por eso, a un día de su aniversario, no está de más que sea Antonio Machado quien nos lleve con bellas palabras aquel 14 de abril de 1931:

Recordemos, acerquemos otra vez aquellas horas a nuestro corazón. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada (fragmento de Juan de Mairena, 1937-1939).