domingo, 21 de enero de 2018

Compañero de habitación, intelectual reconocido en la otra parte de Europa










































La verdad es que ha sido una sorpresa ver su fotografía a través de la red. Su cara me ha resultado perfectamente reconocible, pese a los 44 años que han pasado. Sigue manteniendo su característica perilla, que, junto a sus gafas, le dan una fisonomía propia hace tiempo entre la intelectualidad de los países del centro europeo, siendo él húngaro. 


Recuerdo muchas cosas de él. Como su cara de sorpresa cuando, de vuelta de su país tras unas breves vacaciones de invierno, me encontró alojado en su habitación, la staia 425. La residencia en Sofía donde vivíamos estudiantes de postgrado estaba formada por habitaciones dobles amplias, pero ante mi presencia debió de ver cierta intromisión en un espacio que durante un tiempo había ocupado con la ventaja de estar solo. Hubieron de pasar varias semanas hasta que, por fin, fuimos logrando entendernos mejor. El idioma era el principal obstáculo. Mi búlgaro, todavía al poco de llegar al país en un gélido enero, era prácticamente nulo, pero Yuri, como le gustaba que le llamaran, no entendía nada ni en francés, idioma con el que comunicaba con otra gente, ni en inglés.


Algunas de las situaciones vividas las conservo en imágenes fotográficas, otras han quedado reflejadas por escrito en mi diario y no han faltado unas pocas plasmadas en pequeños dibujos y pinturas. Tuvimos desavenencias, que no voy a mencionar ahora, pero de los buenos momentos destaco dos. Uno, la subida en dos ocasiones al Cherni Brej (Pico Negro), con caminatas gloriosas sobre un suelo nevado, donde la espectacularidad se unía a la belleza del paisaje. El otro, con motivo del 8 de marzo, en una velada con gente de varias nacionalidades, un momento muy agradable donde no faltaron los cantos que cada cual entonó de su país de origen.

Precisamente ayer, ojeando las cartas que conservo de aquellos años, me topé con la de Yuri. Eso me llevó a buscarlo en la red, lo que tuvo éxito pronto. Por lo que he podido averiguar, me resulta llamativo descubrir aspectos interesantes de su vida. Se trata de un personaje bastante conocido en  el mundo cultural de su país de origen, Hungría, pero también en el de su corazón, esto es, Bulgaria. Considerado como “bulgarista”, dispone de un currículum prestigioso y extenso: es experto en biblioteconomía, ha trabajado como profesor universitario en los dos países, es autor de varias obras de filología y literatura, es un reconocido traductor literario, ha sido editor de revistas y no le ha faltado sumergirse en el mundo de la poesía. 

Precisamente por esto último recibió en 2015 el que puede considerarse como el premio más importante de Hungría, el Attila Jozsef, dedicado a un célebre vate  húngaro de principios del siglo XX, conocido como el "gran poeta proletario". Nunca supe cuáles eran las opiniones políticas de Yuri, si bien mostraba interés por la actualidad de Bulgaria. Una actitud diferente, quizás prudente, de la de otro compatriota suyo, Csaba, que no me escondía sus opiniones claramente anticomunistas.     


Doce años mayor que yo, algo que se notaba cuando convivimos bajo el mismo techo, no parece que su edad actual, pasados los setenta, sea impedimento para seguir manteniendo una actividad intelectual fructífera. 


¡Quién iba a decir que después de tanto tiempo iba a reencontrarme virtualmente con él y que siga conservándose tan fresco como cuando ultimaba su tesis doctoral o subíamos por las nevadas rampas del Cherni Brej!