martes, 9 de enero de 2018

Mis publicaciones, las universidades españolas y las de otros países (en especial las de EEUU)



Hace un par de años descubrí que en el WorldCat-OCLC, una red que recopila los fondos de obras existentes en las diferentes bibliotecas del mundo, aparecían varias publicaciones mías. Concretamente, cuatro: mi tesina o memoria de licenciatura, presentada en 1982, con el título Nuevas aportaciones sobre la reforma agraria durante la II República (1931-1936)un trabajo realizado con Ángel Abela de los Riscos y Mª José Soriano Martín, Las mujeres en el currículum de las Ciencias Sociales, que fue fruto de varias experiencias didácticas en el instituto Trafalgar de Barbate y que registramos en 1997; el libro Anarcofeminismo en España. La revista Mujeres Libres antes de la Guerra Civil, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 2003; y el libro La educación en Barbate durante la época franquista. Política municipal y acción del estado (1938-1975), escrito junto a Juan Antonio Criado Atalaya y autoeditado en 2005.

Un bagaje humilde, pero del que me siento orgulloso. No obstante, no se encuentra una gran cantidad de trabajos que, publicados o no, he ido realizando a lo largo de mi vida. Pero el motivo de esta entrada no es tanto hablar sobre lo que he podido hacer, como el tratamiento que en las universidades españolas se da a los trabajos que se hacen fuera de su ámbito. Voy a intentar ilustrar lo que digo mediante dos de mis trabajos y, más concretamente, los dos que son propiamente libros. 


En el caso de La educación en Barbate durante la época franquista, sólo se encuentra en una universidad: la Pontificia de Salamanca. En su momento se le hizo llegar un ejemplar a un profesor de la Universidad de Cádiz e incluso se envió un correo electrónico masivo a diversas universidades poniéndolo en conocimiento. No hubo respuesta. 

Algo diferente ocurre con Anarcofeminismo en España, que se encuentra en las bibliotecas de cinco universidades españolas: Barcelona, Salamanca, Deusto, Complutense de Madrid y Granada. Pero, como veremos, su presencia es mayor en el extranjero. Se trata de un libro sigue teniendo cierta  difusión, como puede verse en la red. Yo mismo he ido recopilando, en la medida de mis posibilidades, aquellos trabajos donde es citado: en forma de recensión, páginas electrónicas diversas (blogs, webs, revistas...) o en publicaciones. 

Volviendo al WorldCat-OCLC, la información que ofrece permite ver en qué países ha llegado y las diferentes instituciones que se han hecho con un ejemplar del libro. En mi libro Anarcofeminismo en España la mayoría, 37, lo han hecho bibliotecas universitarias. Los otros casos son de tres bibliotecas públicas, una fundación  y un instituto de investigación. El número de países es de 10, correspondientes a cuatro continentes: Europa (6), América del Norte (2), África (1) y Oceanía (1).


Lo más sorprendente para mí es lo referente a los países. Me llama la atención que donde la presencia de mi libro es mayor sea en EEUU: 23 universidades y 2 bibliotecas públicas. Mientras España sólo se encuentra en las  cinco universidades antes referidas, en Alemania, sin embargo, son cuatro: Osnabrück, en Baja Sajonia; Hamburgo; Sachsen-Anhalt, en Halle; y Leipzig. En Canadá está en dos: la de Toronto y la British Columbia, en Vancouver. En el resto de universidades: la Jean Jaurés de Toulouse, en Francia; el Trinity College de Dublín, en Irlanda; y la Auckland, en Nueva Zelanda. Y en cuanto a otro tipo de instituciones culturales se encuentran: la British Library Saint Pancras de Londres; la Fondation Roi Abdul-Ariz de Casablanca; y el International Institut of Social History de Amsterdam.


¿Y en qué bibliotecas estadounidenses se encuentra? Veamos las universidades: Berkeley (Berkeley, California), Stanford (Palo Alto, California), California (Santa Bárbara, California), California (San Diego, California), California (Los Ángeles, California), New Mexico (Alburquerque, Nuevo México), Texas (Austin, Texas), Kansas (Lawrence, Kansas), Tulsa (Tulsa, Oklahoma), Harvard (Cambridge, Massachusetts), Yale (New Haven, Connecticut), Wisconsin (Madison, Wisconsin), Emory (Atlanta, Georgia), North Carolina (Chapel Hill, Carolina del Norte), Florida (Gainesville, Florida), Pennsylvania (Filadelfia, Pennsylvania), Tulane (New Orleans, Luisiana), Princeton (New Jersey, Nueva Yersey), Northwestern (Evanston, Illinois), New York (New York, Nueva York), Columbia (New York, Nueva York), Suny at Oneonta (Oneonta, Nueva York) y Brigham Young (Provo, Utah). Y en cuanto a las bibliotecas públicas: la Library Congress (Washington) y la New York Public Library Sistem (Nueva York). 

Lo de EEUU, repito, me resulta sorprendente. Demuestra que sus instituciones culturales no se quedan atrás a la hora de recopilar la creación intelectual en el mundo. Que sus regentes, bien por iniciativa propia o bien a petición de su profesorado, son sensibles a la hora de tener en cuenta lo que se elabora en los distintos países del mundo. Quizás refleje esa especie de esquizofrenia que vive dicho país, entre una mayoría alienada y embrutecida, llevada a prestar el apoyo a candidatos tipo Donald Trump, y una minoría preocupada por saber más sobre lo que ha ocurrido a lo largo de la historia. La presencia mayor de mi libro refleja, eso sí, una mayor preocupación que la existente en España.   

Tengo la impresión de que las universidades españolas, al menos en lo referente a las disciplinas donde me desenvuelvo, viven en buena medida de espaldas a la sociedad. Que disponen de una maquinaria engrasada para autoabastecerse en lo que se necesita para conseguir méritos y engordar los currículos individuales que permitan subir en el escalafón. No hace mucho escuché en boca de Josep Fontana de cómo en lo relativo a la represión habida durante el franquismo han sido las investigaciones de profesorado de secundaria las que han hecho posible que sepamos mucho más, mientras en las universidades se ha tendido a dar la espalda a ese campo de investigación. 

Me estoy refiriendo a unas universidades que no han sido capaces de reconocer lo que se hace fuera de ellas, que no ha buscado vías de encuentro para intercambiar experiencias con ámbitos diferentes y diversos, que no han atraído a quienes pueden aportar cosas interesantes... Parecen encerradas en sí mismas, despreocupadas por lo que ocurre en el mundo, más allá de cómo pueden creer que el mundo es desde su propio prisma. Podía poner ejemplos de situaciones personales vividas. No creo conveniente referirme a ellas, al menos por ahora.

Me entristece, eso sí, que mi libro Anarcofeminismo en España haya tenido más eco en las universidades de EEUU que en las de mi propio país.