martes, 15 de mayo de 2018

Leyendo y coleccionando el Manifiesto del Partido Comunista

Si hay una obra que es con diferencia la más leída de Marx -si bien, como debe ser, hay que mencionar obligatoriamente como coautor a su amigo Engels-, resulta ser Manifiesto del Partido Comunista. Escrita en 1848, para dar contenido político desde el mundo proletario a lo que en ese momento se estaba fraguando como el gran momento de una nueva revolución, a lo largo de los años, hasta nuestros días, no dejado de editarse y leerse. Ha sido mencionada en su título con distintas variantes (con o sin un artículo determinado en el inicio, con o sin la alusión al término partido), sin que por ello haya perdido que sea reconocido de una forma inconfundible. Sobre el porqué de esas diferentes menciones, sospecho que tiene que ver con la aparición a partir de 1918 del término partido comunista identificado con el bolchevismo. De ahí que, por ejemplo, en la edición de la editorial Progreso de Moscú se mantuviera el título originario y en otras se haya modificado, quizás para evitar dicha identificación.

Famosas son varias frases, fácilmente reconocibles y con una enorme carga (utilizo la versión de editorial Crítica, 1998). Una, la primera del libro, con aquello de: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. La segunda, en el comienzo del primer capítulo, cuando dice: “La historia de todas sociedades existentes hasta el presente es la historia de la lucha de clases”. La tercera, al final del libro, en una mezcla de amenaza y esperanza: “Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen un mundo que ganar”.  Para a continuación lanzar el celebérrimo llamamiento internacionalista y unitario: “¡Proletarios de todos los países, uníos”!

Mi colección de ediciones del Manifiesto

A lo largo de mi vida me he hecho con varias ediciones de la obra, sumando un total de 25. No ha sido una labor que haya sistematizado  y menos que la haya tenido como prioritaria. Después que hiciera la primera lectura en una edición clandestina mecanografiada, allá por 1974 o 1975, mis primeras adquisiciones datan de 1976. La primera fue en la edición de Ayuso y la segunda, en la versión en viñetas, obra de Ro Marcenaro, que fue distribuida clandestinamente por el grupo Joven Guardia Roja, vinculado al Partido del Trabajo de España. Ignoro los detalles, pero recuerdo que acabó en polémica, pues al poco la editorial Tusquets publicó dicha versión, en la que se incluía una advertencia del autor sobre la improcedencia de la JGR. Luego vendría, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, la adquisición de la edición clásica de Progreso. 

Hace unos años, con motivo del 150 aniversario de su publicación, fueron saliendo algunas y entre ellas suscitó mi interés la publicada por Crítica, que contó con una interesante introducción de Hobsbawm y aportó un formato mejor trabajado que la mayoría. Luego, según veía distintas ediciones, las iba adquiriendo, de manera que al interés que pudieran tener algunas, en mayor o menor grado, se le unió también cierto componente sentimental. 

No pretendo entrar en el detalle de cada una de las ediciones, pero hay algunas que me han concitado cierto interés y por distintos motivos. Sobre dos de ellas me extenderé en los siguientes apartados, si bien me gustaría destacar dos en las que, como ya ocurriera con la de Marcenaro, el arte de la ilustración está presente. Se trata de las realizadas recientemente por Juan Kalvellido en 2011 y Fernando Vicente en 2012 (Nórdica Libros).

Los comentarios de Hobsbawm

En el caso de la edición de Crítica, Eric Hobsbawm, que es autor de la Introducción, intenta, por un lado, remarcar la resonancia que tuvo la obra en su momento, y, por otro, delimitar aquellos aspectos que, incluso al poco de escribirse, han ido envejeciendo en relación a aquellos otros que pueden seguir teniendo actualidad. Entre los primeros menciona los términos condición social, democracia o nación, que “o bien tienen poca aplicación a la política de finales del siglo XX o bien ya no tienen el significado que tenían en el discurso histórico o filosófico de la década de 1840” (p. 17).

Entre los segundos resalta el historiador británico el diagnóstico hecho “acerca del carácter revolucionario y el impacto de la ‘sociedad burguesa’” (p. 20). También, una interpretación del modo de producción capitalista, presentado como “una fase temporal de la humanidad” y reconocido como una tendencia histórica “a largo plazo” (p. 21). E incluso, una visión del capitalismo en el que ya se consideraba que transitaba masivamente hacia la globalización (p. 23).

Hobsbawm apunta como una de las equivocaciones no la predicción del papel central de los movimientos políticos basados en la clase obrera, sino que fuera considerado como la única clase verdaderamente revolucionaria (p. 26). Aun con ello, destaca del Manifiesto un aspecto relevante, esto es, que el cambio histórico se hace a través de la práctica social y de la acción colectiva (p. 33).  

El análisis de Gareth Stedman Jones

Pasando a la edición de Turner, aparecen unas interesantes aportaciones complementarias a través del historiador británico Gareth Stedman Jones, autor de su Introducción, y de Jesús Izquierdo Martín y Pablo Sánchez León, del Apéndice, en este último caso referido a la difusión del Manifiesto en España y el mundo hispano, y el retraso y las dificultades que conllevaron.

Stedman Jones nos ofrece un trabajo relativamente extenso (135 páginas), donde hace un análisis tanto del Manifiesto como de los aspectos aportados por Marx y Engels, partiendo de sus trayectorias personales y señalando tanto los que se quedaron en el borrador inicial de la obra como los que se reflejaron en el contenido final.

Me ha llamado la atención su tratamiento de las contribuciones hechas por cada autor. Crítico, por basarse en consideraciones erróneas, con la idea de que Marx aportó una mayor dosis de humanismo y Engels lo hizo desde posiciones deterministas y positivistas, el profesor británico lo circunscribe al contexto de la Guerra Fría (p. 48). Destaca de Engels las descripciones que hace “sobre la transición de la propiedad feudal a la burguesa, el desarrollo del libre mercado y la formación del proletariado”, lo que conllevaría  una imagen teleológica de la crisis irreversible del capitalismo  (p. 47). Así mismo, remarca la influencia que tuvieron en él socialistas utópicos como Owen y Fourier, así como su mayor valoración del papel que debían jugar las comunidades socialistas, un aspecto que, no obstante, ya no aparecería en la versión definitiva del Manifiesto por influencia de Marx (pp. 48-52).

Marx ocupa una mayor extensión en esta introducción, sobre todo porque a él se le debe la interpretación nueva de la historia desde la relación existente entre la lucha de clases, las relaciones de producción y las fuerzas productivas, lo que llevó al propio Engels a reconocer que había sido una obra esencialmente suya (p. 47). A lo largo de casi 100 páginas Stedman Jones va desentrañando la relación de Marx con filósofos, juristas, socialistas, economistas, etc., las influencias que tuvo y las posiciones críticas que mantuvo con ellos. Siempre desde la consideración de Marx como una persona con una sólida formación universitaria (conviene recordar que estudió Derecho y Filosofía, doctorándose en esta última) y con una actitud tenaz, rigurosa e intransigente cuando abordaba cualquiera de los temas (pp. 51-52).

Vinculado en un primer momento a los jóvenes hegelianos, le llevó a hacer de Hegel la matriz de unos planteamientos, en los que rechazó del jacobinismo la abstracción de la idea de la razón, pero, a diferencia de la visión conservadora del propio Hegel, presentó la razón como producto de la historia (p. 55). Ese distanciamiento se fue ampliando con las críticas lanzadas a la religión y el cristianismo por Strauss (p. 59-60), Ruge (p. 60), Bauer (p. 60-63)… y sobre todo la reinterpretación por los jóvenes hegelianos del concepto de estado cristiano de Hegel como una estado republicano (p. 65-71). Para Marx esto supuso el acercamiento al comunismo, con la intención de aunar el radicalismo filosófico alemán con la política francesa (p. 71), y el inicio de la ruptura con Bauer por considerar que desconfiaba del pueblo (p. 73).

Su acercamiento a Feuerbach, al que consideraba el verdadero materialista, le aportó la idea de la reinversión de la dialéctica hegeliana y la consideración del cristianismo como responsable del individualismo de la sociedad moderna (pp. 74-80). A su vez, del acercamiento a Proudhon y Blanc tomó la noción de que la democracia no remediaba la situación de la clase obrera, sino la revolución social (p. 84).

Fue a partir de 1844 cuando Marx empezó a centrarse en él estudio y la crítica de la economía política, ampliando, de esta manera, sus campos de estudio, siendo el momento de sus Manuscritos de Economía y Filosofía. Con Hess, pionero en combinar la filosofía alemana y el socialismo francés, adoptó la noción de trabajo alienado (p. 88), pero acabó rompiendo con Bauer y Feuerbach, siendo este último el origen de sus conocidas Tesis sobre Feuerbach (pp. 104-105).

Pero fueron Adam Smith y Saint-Simon de quienes acabó tomando una serie de nociones que le llevaron a una nueva concepción de la historia. Provenientes del primero cobraron gran importancia en Marx a partir este momento las de división del trabajo y la de entender que el progreso material corría paralelo al crecimiento del mercado (pp. 106-108). Y de Saint-Simon, la idea que acabó planteando del comunismo, desde la consideración por éste de que el estado había sido necesario hasta la llegada de la sociedad industrial, a partir de la cual la asociación libre de productores conllevaría la administración de las cosas (pp. 125-126).

En las conclusiones Stedman Jones resalta que su relato anterior permite entender el porqué del ensalzamiento por parte de Marx del papel jugado por la burguesía. Es lo que explicaría lo que el Manifiesto refleja sobre la importancia de aspectos como la división del trabajo, la consideración de la propiedad burguesa como efímera o que la industria suponía una etapa de abundancia (p. 129).

Pese a ello, Stedman Jones plantea que tales apreciaciones acabarían años más tarde siendo matizadas por el propio Marx, como puede percibirse a través de obras como los GrundrisseLa ideología alemana o El Capital (pp. 129-130). Y es aquí donde Stedman Jones plantea su mayor crítica a la teoría del comunismo de Marx, de quien dice que con el tiempo hubo de introducir la noción de autoactividad (pp. 131-132), tuvo que considerar en mayor medida la de valor de uso (pp. 132-133) o dedicó parte de sus estudios a las formas  sociales precapitalistas y comunales de las praderas norteamericanas o las estepas rusas (p. 134). Y es que, según apunta, cuando se escribió el Manifiesto “en 1848 todo era más sencillo” (p. 134).


Ediciones del Manifiesto del Partido Comunista

Karl Marx y Friedrich Engels: Manifeste du Parti Communiste (Pekin, Editions en Langues Etrangères, 1970).
K. Marx y F. Engels: El Manifiesto Comunista (Madrid, Ayuso, 1976).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto Comunista, con dibujos de Ro Marcenario [edición de la JGRE, 1976].
K. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista (Moscú, Progreso, 1978).
Karl Marx: El Capital. Manifiesto Comunista. Precios, salarios y ganancias, con traducción, noticias preliminares y notas de Juan B. Bergua (Madrid, 1985).
K. Marx y F. Engels: El Manifiesto Comunista, con traducción de Wenceslao Roces e introducción De Rogelio Blanco (Madrid, Endymión, 1987).
Marx / Engels: Manifiesto Comunista (Madrid, Akal, 1997).
Carlos Marx y Federico Engels: El Manifiesto del Partido Comunista, según traducción de Editorial Progreso de 1953 (Barcelona, DeBarris, 1997).
Karl Marx: El Manifiesto Comunista. Antología de “El Capital”, versión Elisa Dapia Romero, y prólogo, presentación y estudio de Frances Ll.. Cardona (Barcelona, Edicomunicación, 1998).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto Comunista, edición bilingüe castellano/alemán, con introducción de Eric Hobsbawm y traducción de Elena Grau Biosca (introducción) y León Mames (Barcelona, Crítica, 1998).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto del Partido Comunista, con traducción de  Núcleo Marxista Hilo Rojo y presentaciones de Màrius Lleguet e Ignacio Rodas (Barcelona, Curso, 1998).
K. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista, edición con motivo del 150 aniversario y extraído de la Editorial Progreso de Moscú (Juventudes Comunistas de Andalucía, 1998).
C. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista (Comité Provincial de la Juventud Comunista de Andalucía [1998]).
K. Marx y F. Engels: Manifiesto Comunista, basado en la traducción de Wenceslao Roces (Barcelona, Los Libros de la Frontera, 1999).
Marx y Engels: Manifiesto Comunista, edición de José Vicente Borja Caballer, Joan Pau Cimarro Ramasco y Xavier Jorge Alapont (Valencia, Diálogo, 2000).
Marx y Engels: Manifiesto del partido comunista, edición de Jacobo Muñoz (Madrid, Biblioteca Nueva, 2000).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto Comunista, con introducción y traducción de Pedro Ribas (Madrid, Alianza, 2002).
K. Marx y F. Engels: El Manifiesto Comunista (Madrid, Libsa, 2003).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto Comunista, con traducción de Wenceslao Roces (Buenos Aires, Prometeo, 2004).
Carlos Marx y Federico Engels: El Manifiesto Comunista, con prólogo de Alan Woods y traducción del Grupo de Traductores de la Fundación Federico Engels (Madrid, Fundación de estudios Socialistas Federico Engels, 2004).
Karl Marx y Friedrich Engels: Manifiesto Comunista, con prólogo de Francisco Fernández Buey (El Viejo Topo, 2005).
Karl Marx y Friedrich Engels: El manifiesto comunista de Marx y Engels, introducción y notas de Gareth Stedman Jones, y apéndice de Jesús Izquierdo Martín y Pablo Sánchez León (Madrid, Turner, 2005).
Karl Marx y Friedrich Engels: El Manifiesto Comunista (Barcelona, Público, 2009).
Karl Marx y Friedrich Engels: El Manifiesto Comunista, comentado por Raúl Calvo Trenado e ilustrado por Juan Kalvellido [2011].
Karl Marx y Friedrich Engels: El Manifiesto Comunista, ilustraciones de Fernando Vicente y traducción de Jacobo Muñoz (Madrid, Nórdica Libros, 2012).
K. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista, con traducción de Alaric Dukkas y Estudio Preliminar anónimo (Barcelona, Plutón, 2016).